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Excursión de compatriotas a Colón

«Espero que este viaje haya servido para algo», asegura con cansancio una mujer ilicitana que acude en uno de los doce autobuses que fleta el PP a la concentración contra Pedro Sánchez

Integrantes de un autobús que salió de Elche. P. G.

Carrer de la Diagonal del Palau, Elche, cinco menos cuarto de la mañana. Dos autobuses asoman estacionados junto al Museo Arqueológico y de Historia entre quienes alargan el último tramo de la juerga del sábado. En la esquina vecina, una mujer aparca su coche y de él se baja una pareja de avanzada edad que se dirige hacia el grupo que espera en fila la señal para coger asiento en uno de los 12 autocares que el Partido Popular fletó ayer, en toda la provincia, para viajar a la concentración de la derecha en Madrid en contra del Gobierno.

Faltan quince minutos para arrancar y son treinta las personas que aguardan frente a los autobuses. «Bon dia», saluda enérgica y en voz alta una de las personas que llega justo antes de la hora de salida establecida. Nadie podría haber adivinado, hasta el momento, de qué trata «la excursión» pues no se observa ni una miga de simbología. Loli Serna, concejala del PP en el Ayuntamiento de Elche, llega entonces con cinco banderas de España y una pancarta enrollada.

Dos conocidos se encuentran, se estrechan la mano y uno le lanza al otro un «¿qué tal?». «A dar la vara, nunca mejor dicho», le contesta el amigo bromeando. «¿Los de Crevillente han venido?», pregunta Serna desde la puerta del conductor con una lista en la mano. «De momento estamos aquí cinco», responden en voz alta.

Cuando el reloj marca las cinco en punto, la mayoría de citados han cumplido con la convocatoria. En uno de los autobuses, con capacidad para cerca de sesenta personas, viajan cincuenta y tres. Los huecos vacíos son de bajas de última hora y podrían haber estado ocupados, cuenta Pablo Ruz, concejal y alcaldable del PP en Elche, por quince simpatizantes que había inscritos en lista de espera.

Los asistentes se sientan, uno de los viajeros coge su móvil y se detiene tranquilamente en su Facebook, donde marca con un «me gusta» una publicación que lanza la pregunta retórica «¿Quién dice #YoNoVoy?» y la responde con cinco puntos enumerados. El primero de ellos es «quienes apoyan a Maduro». Este señor va descubriendo en su móvil un sinfín de artículos que guardan relación con la unidad de España. El grupo que predomina en el autobús número uno es el de personas con más de 60 años, pese a que hay más adultos con menor edad, cinco jóvenes y un niño.

«Este madrugón va a merecer la pena porque el objetivo de la concentración, que no manifestación, lo merece. Muchas gracias a todos», cuenta Ruz a los pasajeros, todavía adormecidos. «Puede que hoy nos juntemos en Madrid un millón de personas», añade con ilusión. El candidato a la Alcaldía pasa entonces uno por uno a saludar y aprovecha para preguntarles dónde se han enterado de que el PP había puesto autobuses; unos le dicen que en la televisión, otros en redes sociales y un gran porcentaje «por el boca a boca».

El ambiente en el autobús es de silencio absoluto hasta que éste estaciona en La Gineta, Albacete, donde coincide con otra decena de autocares que viajan con el mismo propósito. Hay gente de Torrevieja, Orihuela, Callosa de Segura, Lorca y quizás alguna localidad más. Y no todos, aunque sí la mayoría, vienen con los populares.

«Cómo te pones eso, te van a confundir con un activista», dice una de las personas que viaja con Ciudadanos a otra en tono simpático. Están en la cola de la estación de servicio, donde varios centenares de personas se han aglomerado y ahora esperan un café dentro de una cola kilométrica. «A ver si hacemos la manifestación aquí ya», vuelve a bromear el mismo adulto.

En la enorme fila están también María Teresa y Tomás, del grupo del autobús uno. A ellos, cuentan, fue Serna quien les llamó por teléfono para invitarles a este encuentro florecido por la figura de un relator. «Es la primera vez que vamos a Madrid para esto, aunque no nos perdemos ni una manifestación», explica Tomás. «A ver si echamos al okupa», añade con una sonrisa realmente benévola y dulce María Teresa, su mujer. Ambos se acercan a los 70 años de edad.

«Yo voy a Madrid porque creo que en España la democracia está en decadencia. Tenemos a un presidente que nadie ha elegido y cada vez se le dan más patadas a la Constitución. No se puede dialogar fuera de la ley», señala José Luis, uno de los cinco jóvenes que ocupa un asiento desde la localidad ilicitana.

Son las 8.15 horas, la gente se reúne frente al conductor tras un breve desayuno y se prepara el disparo de la primera foto de grupo. El ánimo ya ha cambiado su rumbo y ha dejado atrás el mal trago de despertarse a las cuatro de la madrugada. Se despliega una pancarta y se hacen los primeros cánticos, a los que se suman por un momento las personas que pasan por el lugar: «Yo soy español, español, español...».

Hay un chico que no se coloca frente a la cámara y se mantiene, fumando un cigarrillo, a una distancia prudente del punto de reunión. «No soy del PP pero estoy de acuerdo con lo que hoy van a pedir en Madrid», apunta el joven, viajero del bus número dos que ha arrancado en Diagonal del Palau. «A ver, sí que voy a ir a Colón. Estaré un rato...», cuenta con nerviosismo el ilicitano. «Pero luego me escaparé para aprovechar y ver a unos amigos», añade.

Cuando el autobús, ya en la capital, deja atrás Atocha, roza el parque de El Retiro y se embarca en la avenida Alfonso XII, el ambiente se tinta de dos colores y cientos de banderas de España. Desde los asientos y con la ventana de por medio, los unionistas señalan a los primeros «compatriotas» con asombro y les saludan. Luego se produce un fuerte aplauso tras ver desde el cristal al primer grupo multitudinario. Decenas de autocares se encuentran estacionados por toda la avenida y Tomás hace el ejercicio de contarlos en voz alta uno a uno. «Había 119», exclama tras el último.

El grupo entero se dirige con atuendos rojos y amarillos hacia Colón. Las calles vecinas al epicentro de la concentración están abarrotadas y entre los parones para fotografías, las reagrupaciones y los vendedores ambulantes de banderas que ofrecen la pequeña a tres euros y la grande a cinco, resulta difícil caminar a un paso ligero.

Los populares de Elche se colocan a espaldas de la plaza de Colón, en la calle Serrano, en un punto sin vistas al escenario improvisado; por un hueco se ve al presentador del encuentro, al que también se escucha por megafonía.

Pero no pueden acercarse más pues no hay espacio. Desde allí, sin embargo, la presencia de María Claver, Carlos Cuesta y Albert Castillón, los tres periodistas encargados de la lectura del manifiesto, se rozaba casi con los dedos. Los tres esperaban la llegada de las 12 horas justo desde este rincón, parte trasera del «telón». Rivera también pasó a pie entre los ilicitanos desplazados, lo que llamó la atención de todos.

Cánticos, pancartas y un viento idóneo para que ondearan las banderas hasta el punto de hacer ruido, dieron paso a la lectura pactada: «Hoy, quienes defendemos sin complejos la unidad de España y mostramos nuestro hartazgo por las cesiones y bandazos permanentes del Presidente del Gobierno ante los secesionistas catalanes, hemos sido convocados a esta magnífica plaza de Colón de Madrid».

El himno de España, tras unos minutos de encuentro, puso un punto a la concentración. La gente empezó a esparcirse y la salida se hizo lenta; más de treinta minutos para poder abandonar la zona por la calle de Goya. Un rato después, María José fue de las primeras en subir al autobús y esperar sentada en su asiento a que el motor se pusiera en marcha para regresar a casa. «Un poco cansada», dijo la señora, y, rodeada de banderas, suspiró: «Espero que al menos haya servido para algo».

Ruz también está cansado, aunque «de que se nos tome de fachas por defender España, algo que nos une a todos», critica por el micrófono ya entrando a Elche. El concejal deja dos comentarios más antes de dar las gracias a todo el mundo. El primero es que, apunta, «probablemente había gente de izquierdas» en Colón, y el segundo es que «tampoco hay que demonizar a Vox» porque «hay cosas que comparto y otras que no, pero probablemente nos tengamos que sentar con ellos en mayo».

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