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José Luis Rodríguez Zapatero: «Quiero gente con complejos, moderada y que se contenga»

Rechaza la recentralización: «Gracias a las autonomías hay menos riesgo de autoritarismo»

José Luis Rodríguez Zapatero: «Quiero gente con complejos, moderada y que se contenga»

Cosas del azar. José Luis Rodríguez Zapatero (Valladolid, 1960) responde al lado de un ejemplar del Estatut d'Autonomia durante la entrevista, que se celebra en una sala del Palau del Generalitat. Acaba de conversar unos minutos con Ximo Puig, aliado y amigo con el que mantiene una comunicación habitual, por lo que la realidad valenciano no le es ajena. El expresidente del Gobierno dejó como legado un paquete de leyes de ampliación de derechos sociales que hoy están en el punto de mira de la fortalecida extrema derecha española. En su debe, no ver la crisis a tiempo y un sistema de financiación de las autonomías nocivo para los valencianos. No se defiende por ello, pero precisa que las tendencias sociodemográficas históricas son muy difíciles de corregir.

P ¿El modelo del Botànic es el futuro para la izquierda en España?

R Estamos en un momento de cambios en los modelos de referencia para la gobernabilidad. Desde que el bipartidismo dejó de tener vigencia, todo son ensayos. Así los hemos de ver. El modelo progresista valenciano hasta ahora funciona, en gran medida por la personalidad de Ximo Puig, pero es un modelo de la Comunitat Valenciana.

P ¿No exportable?

R Tenemos que empezar a asumir que, por la naturaleza del Estado de las autonomías y por la situación del sistema de partidos, no es fácil establecer cuáles van a ser los modelos de referencia en el futuro inmediato.

P Es persona de confianza de Puig, hablan a menudo. Confiese: ¿esperaba en julio de 2015 que este peculiar tripartito resistiera la legislatura?

R La impresión que tuve tras los primeros contactos con Compromís y, sobre todo, con Ximo Puig es que había esa voluntad. En ello influye mucho de donde veníamos e, insisto, el hecho de que Puig tiene la personalidad política más apropiada que uno pueda imaginar para unir a diferentes.

P La derecha propone recentralizar, recortar las autonomías. El gobierno valenciano dice lo contrario: federalismo y más autogobierno. ¿Usted, qué dice?

R La derecha se suele caracterizar por una tendencia a volver atrás. Las dos letras que más le gustan son «re»: reconquista, recentralizar, recortes... Creo que hay que poner perspectiva. El modelo de estos 40 años ha dado resultados positivos, por el reconocimientos de la diversidad de España y porque las autonomías tienen la ventaja de descentralizar el poder y, con ello ,hay menos riesgo de autoritarismo: son un fantástico equilibrador de poderes. Quien ha sido presidente del Gobierno sabe que el poder está muy repartido en España. Nos falta ajustar mecanismos federales: la cooperación y la lealtad, el papel del Senado, la conferencia de presidentes o las sectoriales.

P ¿Por qué no se hizo todo eso en su etapa como presidente?

R Porque requiere una suma de voluntades donde inevitablemente ha de participar la derecha. Planteé una reforma de la Constitución, convoqué la conferencia de presidentes, intentamos dar pasos federales, pero no había concurso suficiente de voluntades y me temo que ahora, con la crisis gravísima vivida en Cataluña, ese horizonte de reformas está más lejos que nunca.

P ¿Cómo lleva el fervor neoespañolista un señor de León?

R Soy un patriota de la España democrática y no me gustan las banderas, sean las que sean, como reacción afirmativa. Todas caben, si todos queremos que quepan. Me desagrada de la misma manera oír «España nos roba» que eso de que «que los catalanes se vayan». Esas manifestaciones primarias son el estrechamiento de los grandes valores democráticos.

P ¿Pero España tiene un problema territorial?

R Sí. No es de ahora. Lo ha tenido desde hace dos siglos casi. Ahora ha tenido uno de los episodios más difíciles y de lo que se trata es de poner en práctica la alta política, que tiene que dar un encuentro entre los que han de asumir que la independencia no ha sido ni es ni será y los que han de entender que hay que seducir otra vez a una buena parte de los que han querido dejar este país.

P ¿Un nuevo estatuto para Cataluña puede ser la solución?

R Hay que ir más allá de un nuevo Estatut. Tendría que haber un gran acuerdo político que incluyera el compromiso de reforma de leyes orgánicas, quizá de la Constitución, el modelo de financiación, la participación de los gobiernos autonómicos en Europa y de las lenguas en el conjunto del Estado.

P Todo eso, de nuevo, implica la participación de la derecha.

R Mi impresión es que se tiene que buscar un acuerdo muy amplio, que llevará tiempo, que en efecto debería contar con el concurso de la derecha y que va a ser difícil.

P ¿No ve un terreno abonado para el entendimiento?

R Hay que intentar hacer una tarea pedagógica. Creo que hasta las próximas elecciones generales habrá que sembrar un clima distinto con las fuerzas independentistas y después, despojados de las angustias electorales, intentar una operación de Estado en la que al menos el PP ha de estar.

P Ha mencionado la bicha: el sistema de financiación autonómica, que maltrata a la Comunitat Valenciana y que procede de su mandato. ¿Algo que alegar?

R No quiero ejercer un turno de defensa, pero era consciente de las dificultades financieras de la Comunitat Valenciana y transmití que debía mejorar, pero hay cosas que no se producen con facilidad. València reúne unas características para que el coste de los servicios públicos sea inferior al del interior de España, más despoblado. La tendencia en cualquier modelo es subyacente de la sociodemografía española y es muy difícil corregirla. Nosotros intentamos compensar con fondos que estimulaban a las economías más activas, pero llegó la crisis y eso no se pudo valorar. No obstante, satisfacer a todos es de las tareas más difíciles. La Comunitat Valenciana tiene derecho a mejorar, aunque los márgenes no serán muy grandes.

P Convivió como presidente con un tiempo de despilfarro, especulación, burbuja inmobiliaria y corrupción del PP en la Comunitat Valenciana. ¿El Gobierno no pudo hacer nada para impedirlo?

R Casi ni nos recibían. La comunidad donde las autoridades mantenían peor el respeto institucional fue la Comunitat Valenciana, tanto en el ayuntamiento como en la Generalitat. El Gobierno de la nación no tiene poderes especiales para gestionar y vigilar a un gobierno elegido por los ciudadanos, como no sea con el artículo 155.

P ¿Usted ve riesgos de que el fenómeno catalán se contagie a territorios como la Comunitat?

R No. Hablemos claro. Las dos comunidades que han planteado en siglo y medio largo dificultades serias han sido País Vasco y Cataluña. Y punto. La conversación con ambos es la clave para que haya momentos de estabilidad e inestabilidad territorialmente.

P ¿La solución ha de ser un trato asimétrico a las comunidades y el fin del «café para todos»?

R La autonomía aboca a la singularidad y a una España diversa. ¿Cómo va a ser igual la autonomía de una comunidad con lengua propia a la de otra que no? ¿O la de la que tiene un concierto económico histórico? Eso no quiere decir que los derechos básicos no estén garantizados por igual, pero eso no está en cuestión, lamentablemente lo que más conflicto produce son los factores emocionales (banderas, identidades y lenguas). Si fuera solo un problema de recursos económicos se solucionaría.

P ¿Y de qué es el problema? ¿Cómo se ha llegado a esta desafección?

R El factor fundamental es la crisis financiera de 2008, que ha trastocado las grandes convenciones políticas y ha removido todos los problemas latentes, que todas las sociedades tienen. Nosotros, el territorial; Gran Bretaña, el conflicto entre el país europeísta y el antieuropeísta, y en Francia se ha removido un alma revolucionaria pese a ser un país de renta alta. Todo es hoy mucho más epidérmico y sensitivo además por las redes sociales.

P La socialdemocracia ha salido muy tocada de esa etapa y es vista como una aliada de los poderes económicos, una ideología que no ha sabido poner freno a las desigualdades generadas por la crisis. ¿Asume esa lectura y cree que necesita autocrítica?

R La socialdemocracia ha logrado los modelos de mayor cohesión social, equidad y de mejor funcionamiento de la economía. La crisis de 2008, que tiene causas más profundas de las aparentes, ha afectado a los partidos convencionales, como es normal, pero hay que dar tiempo y perspectiva. Occidente en general y la Europa del bienestar tiene un problema demográfico, de crecimiento y de endeudamiento. Lo que está sucediendo es un reequilibrio de la riqueza en favor de Asia y los países emergentes. Lo que sentimos como una crisis no lo sienten así en China, India o Malasia.

P Pero los jóvenes de África continúan emigrando a esta Europa por miles...

R Por supuesto, pero en inversión, crecimiento o inteligencia artificial los polos son ya casi más asiáticos que norteamericanos. Esa es la cuestión de fondo. Occidente ha mantenido las últimas décadas su grado de bienestar endeudándose y hasta que no seamos capaces de otro ciclo productivo se nos presentan unas décadas complicadas por delante.

P ¿Y en el panorama cercano, español, la extrema derecha ha venido para quedarse?

R No lo creo, no creo que tenga mucho potencial en España.

P ¿Todo ha sido por una mala solución al conflicto de Cataluña?

R Tampoco lo creo. Hay un hilo que se viene fraguando, una construcción pseudointelectual que intenta combatir lo que llama la superioridad moral de la izquierda en los valores de igualdad y derechos. Estaba dentro del PP, pero como perdió muchas de sus constantes vitales han decidido contarse. No creo que la extrema derecha tenga mucho futuro, pero a día de hoy está condicionando al PP. Lo más llamativo ahora es que Cs va a entrar en un gobierno votado por Vox. Como bautizo, da que pensar.

P Ese relato intelectual del que habla sostiene también que Vox es el reverso de Podemos.

R No tiene nada que ver. Los partidos que surgen desde la izquierda son más europeístas y menos «alternative system». Oigo hablar de ser sin complejos y políticamente incorrectos y me preocupa. Yo quiero que la gente tenga complejos, y sea moderada, se contenga y no quiera llevar su voluntad hasta las últimas consecuencias. La convivencia es que todos nos acomplejemos un poco para que todo el mundo tenga un espacio en la mesa.

P ¿Susana Díaz debe dar un paso al lado?

R Lo peor es aconsejar cuando no te piden el consejo. Le tengo aprecio y cariño. No es un buen momento para el PSOE perder Andalucía, pero desde el punto de vista estrictamente político es interesante porque se abre al PSOE un espacio de definición de gran partido de moderación e integración. Es que ser moderado hoy es casi revolucionario. Quiero ver a ese PSOE.

P ¿Se arrepiente de su papel en Venezuela tras las bofetadas verbales que ha recibido?

R Hay tareas que solo uno conoce el alcance y la dimensión que tienen. Me sorprende haber visto opinar a gente que no sabe qué he hecho allí, pero vivimos en un régimen de opinión. Al final, cuando haces una tarea desinteresada has de tener el convencimiento contigo mismo: sé que todo lo que he hecho ha sido en favor de evitar una confrontación civil.

P ¿Es comparable a España, donde es frecuente la equiparación del momento actual con los años 30 del siglo pasado?

R Nada que ver. España es un país que ha logrado cotas de desarrollo cívico y democrático muy altas. Aquí podemos confiar en la política, aunque algunas cosas salgan mal. Merecemos aprobarnos como demócratas.

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