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Elecciones autonómicas en Andalucía: Escenario inédito

Ya están aquí... ¿Y ahora qué?

Con este escenario, la posibilidad de un adelanto electoral en la Comunidad Valenciana es prácticamente inviable

Ya están aquí... ¿Y ahora qué?

A grandes trazos, las elecciones de este domingo dejan una escena política inédita en Andalucía. La derecha suma por primera vez escaños suficientes para gobernar. Con un PP que baja, con Ciudadanos que dobla apoyos pero que no llega a cumplir sus objetivos y, sin duda, con lo más preocupante para la estabilidad democrática: los ultras de Vox irrumpiendo con fuerza alimentados por la irresponsabilidad de unos y otros en los últimos tiempos y, encima, con votos determinantes.

Los socialistas de una Susana Díaz que sale muy deteriorada de este envite continúan siendo los más votados pero con un desplome de tal magnitud -pierden casi un tercio de su grupo parlamentario- que se arriesgan por primera vez en 36 años a perder el gobierno de su más importante bastión y granero electoral. Y Podemos -maquillado para estas elecciones con la marca Adelante Andalucía- tiene un grave problema.

Es verdad que ha logrado detener su retroceso -se ha estabilizado por encima del 15% de apoyo- pero ni es determinante ni siquiera es capaz de aprovechar la fuga de cerca de un tercio de los votos que sufre el PSOE, electores que engordaron la abstención como refleja la caída de cuatro puntos en una participación pobre por debajo del 60%.

La endiablada aritmética parlamentaria certifica que los socialistas no suman mayoría en Andalucía ni con Cs -sus socios durante los últimos tres años- ni tampoco con Podemos, principal apoyo del gobierno de Pedro Sánchez en Madrid. Necesitaría Susana Díaz, al menos, el «sí» de uno de los dos y la abstención del otro. El PP, en la primera gran contienda electoral de Pablo Casado y a pesar de dejarse uno de cada cuatro votos, podría aglutinar una mayoría siempre y cuando contara con los de Albert Rivera y además con los ultras de Vox. Un panorama que encaja a la perfección con la radicalidad de un Casado dispuesto pactar con su viejo compañero Santiago Abascal -líder de Vox y antiguo militante del PP- pero que, a buen seguro, no agrada ni un ápice a Ciudadanos. Para cualquier ecuación de gobierno harían falta siempre, al menos, tres partidos. Y los naranjas son la piedra angular e imprescindible en todos los casos. Eso que parece bueno para Rivera y los suyos, sin embargo, en estos momentos puede convetirse en un negocio ruinoso para su imagen en el resto de España. Muy mal si vuelven a aparecer como salvadores de una izquierda enfangada en la corrupción de los EREs y peor todavía si terminan alineados con los ultras antieuropeos y xenófobos de Vox. Susto o muerte. Así que tampoco se puede descartar, ni mucho menos, que se genere tal situación de bloqueo que desemboque en otras elecciones en unos meses.

Más allá de ese horizonte que se tendrá que ir despejando en las próximas semanas con los movimientos de cada partido, sin embargo, la jornada electoral andaluza deja una serie de claves que van a condicionar el tablero político de 2019. Un año que viene marcado por una convocatoria en mayo de elecciones municipales, autonómicas en 13 comunidades y europeas pero también por la posibilidad de que Pedro Sánchez tenga que verse obligado a convocar unas generales.

Apuntes de las andaluzas

Primero: la ultraderecha ya está aquí. Entre el independentismo catalán, los mensajes radicales de Casado y Rivera y la campaña de Susana Díaz llevan alimentado la saca de Vox desde hace más de un año. Los ultras, con un resultado inesperado y sorpresa muy superior al que les atribuían los sondeos, obtienen su primer gran éxito electoral en democracia y ahora ya tienen un «estatus» con el aldabonazo de este resultado. Con un porcentaje como el que obtuvieron ayer extrapolado al resto de España entrarían en todos los hemiciclos autonómicos, podrían tener un grupo de una quincena de diputados en el Congreso y, al menos, media docena de parlamentarios en Bruselas. Poca broma. El resto de partidos tendrán que decidir si les siguen engordando o los aíslan. Los ultras estaban instalados en Grecia, Gran Bretaña, Francia, Italia... Ya han llegado aquí. ¿Y ahora qué?

Segundo: se podrán publicar encuestas y más encuestas sobre la milonga del viento de cola que impulsa a los socialistas. No existe. El «efecto Pedro Sánchez» es la nada. Ya lo tenemos testado con una prueba de voto real. Este batacazo en Andalucía obliga al PSOE, aunque la presión va a ser durísima, a intentar estirar la legislatura en España todo lo que pueda y, por extensión, convierte en inviable el sueño del presidente de la Generalitat, Ximo Puig, de adelantar las elecciones autonómicas en la Comunidad Valenciana.

Tercero: el PP sobrevive por expectativas que, por otra parte, en política son tan importantes como los resultados. Lo cierto es que Casado ha perdido una cuarta parte de los votos. Pero puede sacar la cabeza por la posibilidad de formar gobierno incluso pactando con los ultras a los que aplaude José María Aznar -referente del nuevo líder del PP- y por mantener la hegemonía de la derecha frente a Rivera aunque sea por poco margen.

Cuarto: Ciudadanos cumple a medias. Duplica su representación y su voto es decisivo. Cierto. Pero sigue por detrás del PP y, además, la fuerte irrupción de Vox le coloca en la disyuntiva de tener que reorientar su estrategia. Quizá tenga que volver a sacar un perfil más centrista para no quedarse encajonado entre los populares y los ultras.

Y quinto: si Podemos no es capaz de capitalizar el descalabro socialista y el descontento de la izquierda ni tan siquiera disfrazando su marca en una de sus plazas propicias como Andalucía es que su crisis es mucho más profunda de lo que ellos pensaban. Es un problema de supervivencia. El laboratorio andaluz habló y, al final, como siempre, son las urnas con votos reales las que deciden. Esto sí es política de verdad.

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