"Le comuniqué a la Guardia Civil que teníamos que entrar en casa de mi madre. Me temía lo peor. Éramos tres guardias y yo. Pudimos entrar con una cuerda pegada a la pared. Serían las ocho y media o las nueve de la noche del martes. El agua nos llegaba a la cintura. Cuando accedí a la vivienda, encontré a mi madre fallecida dentro de la cama en su habitación". Miquel Oliver Ballester halló el cuerpo sin vida de su progenitora, Joana Ballester Femenias, de 89 años, en su domicilio situado en la carretera de Son Servera, en Sant Llorenç.

"Lo más seguro es que se metió en la cama para dormir, lo que suele hacer la gente mayor cuando hay mal tiempo", asegura el hijo de la víctima desde su casa, que también resultó dañada por la trágica riada.

"Ella tenía la habitación y todo en la planta baja. Seguramente dormía cuando le pasó toda el agua por encima. Estaba acostada en la cama cuando la encontramos. La casa estaba inundada por completo", señala Miquel Oliver.

"Es una desgracia lo que ha pasado, pero hay familias que están peor que yo. La verdad es que el pueblo se ha volcado. Todo el mundo se ha volcado", dice con gratitud hacia sus vecinos.

"Mi madre vivía sola en su casa. Yo la iba a ver cada día por la noche y, algunas veces, por las mañanas. Ella era autónoma. Iba con su bastón andando o con el caminador. Ella se hacía la comida y la cena y también limpiaba la casa poco a poco. Se lo cogía como si fuera una gimnasia. Lo hacía a su ritmo", recuerda Oliver.

"Mi madre era una mujer de carácter fuerte, era muy suya. Era una mujer sencilla, ni hablaba mucho ni poco", relata Miquel, hijo único. Joana Ballester era llorencina. "Siempre había vivido aquí", recalca Oliver.

Además de perder a su progenitora, la tromba de agua también causó graves daños en su domicilio. "Entró un palmo y medio de agua en casa y el aparcamiento subterráneo se inundó por completo. Abajo, en el garaje, hay un coche y otro vehículo desapareció por el torrente", explica Miquel Oliver.

La riada rompió un muro del patio trasero y les dejó un coche en el jardín. "El propietario vive por el Ayuntamiento. El estruendo del agua cuando bajaba desbordada por el torrente era impresionante. Era como varios leones rugiendo. Impresionaba la fuerza de la corriente. Y en la carretera de Son Servera había paredes de coches", recuerda el vecino.

En la riada también murió otro vecino muy querido en el pueblo, Biel Mesquida Salas, cuando regresaba a casa con su furgoneta.