El violador múltiple Gregorio Cano, también conocido como el violador de La Verneda, condenado por la Audiencia de Barcelona a 167 años de prisión por 15 agresiones sexuales y dos tentativas en 1998, ha salido esta madrugada de prisión asegurando que está rehabilitado.

En declaraciones a los medios que le esperaban a la salida de la cárcel, recogidas por Europa Press, ha afirmado: "Los programas que hay contra la gente que ha cometido estos delitos son efectivos si uno quiere. Si no quiere, desde luego va a seguir igual. Yo lo he logrado. Hay que ver con el tiempo si es efectivo o no".

Cano, que ha aparecido tapándose la cara con una capucha y una braga, ha explicado que ha intentado quitarse la vida varias veces: "Porque no se merece nadie lo que hice".

Aunque ha pedido perdón a las víctimas --"a las que les hice tanto daño"--, Cano ha quedado en libertad tras cumplir 20 años de condena pero sin estar rehabilitado, han explicado a Europa Press fuentes penitenciarias.

Ante el dictamen de Instituciones Penitenciarias, la Fiscalía ha pedido a los Mossos d'Esquadra que hagan una vigilancia no invasiva de Cano, y se ha informado a las víctimas de su inminente salida, además de ofrecerles protección si la consideran necesaria.

Gregorio Cano, que se encontraba en la cárcel Brians 2 en Sant Esteve Sesrovires (Barcelona), fue condenado a 167 años de prisión pero la sentencia fijó en 20 años el límite máximo de cumplimiento efectivo de la totalidad de las penas al aplicar el artículo 76.1 del Código Penal.

En el juicio celebrado en la Sección Quinta Audiencia de Barcelona, Gregorio Cano, que entonces tenía de 28 años, reconoció los hechos y pidió perdón a las víctimas y su entorno.

El acusado explicó no estaba en sus "cabales" que cuando se produjeron las agresiones, 17 desde el 23 de febrero de 1997 hasta el 1 de mayo de 1998.

Trampa para detenerle

Gregorio Cano fue detenido el 8 de mayo de 1998, después de que los investigadores del caso le tendieran una trampa en el que una policía hizo de cebo para atraer al agresor.

El condenado atacaba a las mujeres, casi todas de unos 20 años, en portales de edificios o en lugares poco transitados, siempre de noche o de madrugada, y las amenazaba poniéndoles una navaja en el cuello.

El violador cometió los delitos durante 1997 y 1998 y se encontraron restos de semen en ropa de las víctimas y en algunos ascensores de los edificios donde cometía las violaciones y también huellas digitales en un espejo de un ascensor.