Tanto el 11M como los atentados de Cataluña tuvieron un coste irrisorio, ridículo. Un informe de CNI de abril de 2005 cifraba en poco más de 40.000 euros los gastos de los terroristas de Madrid. En Barcelona y Cambrils, el coste fue aún inferior, no llegó a los 2.000 euros. Esa cifra incluye los 60 euros de alquiler de la furgoneta usada para arrollar a las víctimas en las Ramblas. El otro gran gasto fueron las 120 bombonas de butano que iban a usar para magnificar el efecto de las bombas de triperóxido de triacetona. A 14,88 euros cada bombona, salen un total de 1.785,6 euros, pero hay que tener en cuenta que algunas fueron sustraídas en gasolineras.

En cuanto a la financiación, los dos grupos recurrieron a vías subterráneas, delictivas. En el caso de la célula organizada por Jamal Ahmidan obtenía el dinero de las drogas, en concreto hachís y cocaína, que vendía en el norte del país, así como del robo de vehículos. Los terroristas afincados en Cataluña recurrieron a la venta de oro y joyas sustraídas, según los Mossos d´Esquadra.

Entornos tranquilos

Las dos células buscaron un entorno apartado y tranquilo como base de operaciones. En el caso del 11M, alquilaron un chalé en Morata de Tajuña, en medio de la nada. En el caso catalán, los yihadistas ocuparon un chalé embargado por el Banco Popular en la localidad tarraconense de Alcanar, aunque antes se reunían en un piso abandonado de Ripoll, cerca de la pista de futbito en la que los miembros de la célula, muy jóvenes, pasaban el tiempo. Lo lógico es que hubiesen sido descubiertos.

Otra coincidencia es el alto número de implicados. Los condenados del 11M ascendieron a 19. En el caso de los últimos atentados, se trata también de un grupo grande, formado por al menos una docena de miembros: los seis abatidos, los dos fallecidos en el chalé de Alcanar, así como los cuatro detenidos.

Las relaciones internacionales de los dos grupos también están claras. En el caso del 11M, la orden de atentar llegó desde Pakistán, dictada por Amer Azizi, superviviente de la célula de Al Qaeda que dirigía Abu Dahdah y fue desmantelada en 2001. Algunos de los implicados tenían además contactos en Bélgica, el centro del yihadismo europeo. También Abdelbaki es Satty viajó el año pasado a ese país. Los otros miembros de la célula realizaban frecuentes viajes a Marruecos y s einvestiga el objeto de una viaje relámpago a París la semana anterior a los atentados.

Hacerse matar

Los siete miembros de la célula del 11M que fueron cazados en el piso de Leganés prefirieron hacerse estallar con cinturones de explosivos, antes que rendirse, causando su propia muerte y la de un agente. Cinco terroristas de Cataluña intentaron repetir la masacre en Cambrils, armados con cuchillos y falsos cinturones de explosivos e hicieron todo lo posible para caer abatidos. También Younes Abauyaaqoub prefirió morir antes que dejarse capturar, lo que, en su universo de creencias religiosas, equivale a alcanzar directamente el Paraíso, evitando así el horrible Día del Juicio Final.

Pero mientras los terroristas del 11M cometieron sus atentados con dinamita Goma-2 ECO y las bombas requirieron de un sofisticado montaje, que tuvo que ser realizado por un experto, los catalanes optaron por la madre de Satán, cuyos elementos principales se pueden obtener en cualquier droguería. Este explosivo casero es el preferido por el Estado Islámico, por su elaboración fácil y alto poder destructivo, aunque es muy inestable y en manos inexpertas puede causar destrozos como el de Alcanar.

Por otro lado, los terroristas de Ripoll estaban unidos por lazos de sangre, con cuatro parejas de hermanos. Esa relación familiar brilla por su ausencia en el caso del 11M. Los únicos hermanos implicados fueron Rachid y Mohamed Oulad Akcha, fallecidos en Leganés. El resto estaba unido por relaciones jerárquicas en el contexto del tráfico de drogas o por compartir una determinada visión salafista de la vida.

En el caso del 11M no se aprecia la presencia de un imán reconocido como en el caso de Abdelbaki Es Satty, que aparece como cerebro de los atentados y reclutador y radicalizador del grupo. "El Chino", Serhane "El Tunecino" o incluso Allekema Lamari pudieron tener algún papel religioso en el núcleo duro de la célula, aunque ninguno de ellos tenía la categoría de imán. No obstante, los tres pudieron contribuir a radicalizar a los integrantes del grupo. Acciones paralelas, trece años después.