Agazapado durante más de un década, mutando cual camaleón, como el nombre de la operación que le puso por primera vez en la lupa de los servicios de Información del Estado, pero sin perder de vista su objetivo yihadista y sanguinario hasta que los jóvenes radicales captados por él perpetraron los atentados de Barcelona y Cambrils causando quince muertos. Su plan era provocar una masacre todavía mayor aunque la explosión de la vivienda de Alcanar cuando preparaban el peróxido de acetona, bomba conocida como «la madre de Satán», hizo que todo se precipitara. Abdelbaki Es Satty, imán de Ripoll, y otro de los terroristas fallecieron como consecuencia de los explosivos que ellos mismos estaban manipulando. Eran las 23.30 horas del 16 de agosto, 17 horas antes de que la furgoneta conducida por Youness Aboyaaqoub recorriera 700 metros por las Ramblas de Barcelona sembrando el caos a su paso. ¿Se podía haber evitado la tragedia?

Las acusaciones cruzadas entre el Gobierno central y el catalán, que han politizado los atentados, no han hecho más que confirmar la falta de comunicación e intercambio de información entre las administraciones y las fuerzas y cuerpos de seguridad de la que se aprovechó el presunto cerebro de la matanza. Por un lado el Ministerio del Interior niega que tuviera constancia del carácter radical salafista de Es Satty pese a que un juez ordenó en 2005 las intervenciones telefónicas de éste por su vinculación con grupos terroristas integrados en Al Qaeda. Por el otro, los Mossos d'Esquadra calificaron de aviso «informal» las sospechas que llegaron desde Bélgica solicitando información sobre el imán, quien demostró una actitud «rígida y extrema» cuando pidió trabajo en la mezquita de Diegem. Y por último el Poder Judicial, quien no ha dudado en salir en defensa del juez que paralizó la expulsión de Es Satty en 2015, amparándose en la jurisprudencia y en la ausencia de información sobre sus vínculos con el terrorismo islámico en su expediente judicial.

Un simple exconvicto por drogas

Abdelbaki Es Satty, imán de la mezquita Annour de Ripoll hasta el mes de junio, era actualmente, según se desprende de los organismos oficiales, un simple exconvicto condenado a cuatro años de cárcel por tráfico de drogas y quien desde abril de 2014 había saldado ya su deuda con la Justicia española tras cumplir poco más de la mitad de su pena. Ni rastro de su pasado o presente radical. Incluso para el magistrado del Juzgado de lo Contencioso-Administrativo número dos de Castellón, quien resolvió el recurso presentado por éste para no ser expulsado del país, Es Satty «había demostrado su evidente arraigo laboral y esfuerzos para integrarse en España, mediante la acreditación de un contrato de trabajo actual y un periodo de cotización de más de seis años».

El terrorista latente

Nada más lejos de la realidad. Con su buen comportamiento entre rejas en el centro penitenciario de Castellón I, que le valió tres permisos penitenciarios entre 2013 y 2014, Abdelbaki habría logrado desviar las sospechas que los servicios de Información tenían sobre su supuesto carácter radical, pero era solo una fachada. Aunque durante su estancia en prisión los funcionarios consultados por este periódico aseguran que no mantuvo contacto con ningún preso yihadista, sus ideales sanguinarios seguían latentes a la espera de encontrar el momento oportuno.

Solo así se explica que ya en 2005 fuera investigado, tras los atentados de Casablanca en 2003, en la llamada «Operación Camaleón» ante las sospechas de «que pudiera actuar como intermediario a la hora de dar apoyo logístico para las redes terroristas». Del mismo modo también se le vinculó con algunos de los detenidos en el marco de la operación Chacal en 2006. Pese a todo ello, los servicios de Información no encontraron ninguna prueba de que Es Satty colaborara en las actividades delictivas de la célula desmantelada en Barcelona.

La falta de comunicación cuando en 2016 desde Bélgica un policía contactó con un mando de los Mossos d'Esquadra solicitando información sobre el imán y la negativa de éstos a que la Guardia Civil investigara la más que sospechosa explosión de Alcanar son otras dos muestras de que algo ha fallado.