Cataluña se ha convertido en los últimos años en el principal foco de presencia y actividad del islamismo radical en España. Si en todo el territorio nacional viven cerca de dos millones de musulmanes, alrededor de medio millón se concentran en esta comunidad autónoma. La mayoría de ellos provienen del Magreb, principalmente de Marruecos, aunque también de Argelia, Pakistán y otros países de mayoría musulmana.

La concentración de fieles islámicos en Cataluña es un hecho que el salafismo no ha dudado en explotar. Esta corriente radical del islam, impulsada y financiada desde las monarquías del Golfo Pérsico, apuesta por la instauración de un califato único -que por supuesto incluye a España- como forma de organización política, y pretende la estricta implantación de la sharía, la ley islámica.

Del centenar de mezquitas salafistas que se estima que funciona en España, más de la mitad se concentra en Cataluña. Una situación que se agrava si se tiene en cuenta el indeterminado número de centros clandestinos que, ocultos en viviendas, trasteros o naves comerciales, predican el islamismo radical y propagan los llamamientos a la guerra santa (yihad) de una forma mucho más difícil de rastrear para las fuerzas de seguridad.

También las cifras de detenciones policiales confirman la implantación y el crecimiento continuado del extremismo islámico en Cataluña. De todas las detenciones de presuntos yihadistas que se han llevado a cabo en España en los últimos años, el 40 % se han efectuado en Cataluña. Y de ellas, la práctica totalidad en Barcelona.

Tanto el atentado del pasado jueves en la Ciudad Condal como todos estos datos confirman un hecho: Cataluña es el mayor centro de actividad islamista radical en España y uno de los mayores en el Mediterráneo. Una situación que no es ni mucho menos nueva, puesto que los servicios de inteligencia estadounidenses y españoles ya alcanzaron esa conclusión en el año 2007.