Cada noche que supera Lorca le aleja un poco más de la tragedia, y cada día que vislumbra supone un paso en su recuperación.

Hoy es domingo, jornada de descanso, aunque no para los vecinos de esta localidad sacudida por la tierra, que lo afrontan como un nuevo reto en su búsqueda de la normalidad.

Las calles de la ciudad presentan su habitual aspecto desde el pasado miércoles, con brigadas especializadas de bomberos y soldados entregados sin descanso en las tareas de desescombro y apuntalamiento de los edificios más dañados, y propietarios desolados que contemplan lo que queda de su vida material.

Voluntarios de la Cruz Roja, médicos y asistentes sociales atienden a los afectados; agentes de Policía controlan la circulación por el centro -restringida por el riesgo de desprendimientos-, los barrenderos intentan adecentar las aceras, los ciudadanos pintan sus casas. Es domingo, pero nadie descansa.

Muchos de ellos, familias enteras, han pasado la noche en aparcamientos y parques de la ciudad, cobijados bajo el techo de sus tiendas de campaña y el capote de sus coches.

Los más desafortunados, lo han hecho sobre cartones y mantas. Podrían haber pasado la noche en algunos de los campamentos de atención a los damnificados, pero prefieren ir por libre.

Una de estas zonas, la más extensa, situada en el recinto ferial de Santa Quiteria, vive su rutina de espera, alimentación y alojamiento y visita institucional. Hoy recibe a la vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Economía y Hacienda, Elena Salgado.

Es día de rutinas y también de culto, pero la mayoría de las parroquias no pueden recibir a los feligreses por lo graves daños que han sufrido.

Sin embargo, el contratiempo no impedirá la celebración de misas dominicales, porque la mayoría de las iglesias han convocado ceremonias extraordinarias en salones, pabellones e incluso jardines.

Nada se detiene en esta ciudad que cada día merma un poco más el deterioro de su aspecto e intenta borrar las huellas de dos seísmos que doblaron sus cimientos.