Allá por 1967, John Lennon escribió aquello de que «vivir es fácil con los ojos cerrados». Hoy lo sigue siendo. Lo realmente difícil es mirar de frente a la vida y vencer todos los miedos.

Hace unos días, Frank Cuesta, conocido como «Frank de la Jungla», sufría uno de esos golpes que sólo aquellos que desgraciadamente también los hemos vivido, sabemos del infinito dolor que causan y, sobre todo, lo difícil que es conseguir que la herida que provocan deje de sangrar. Al fin y al cabo, un proyecto que a una persona le puede costar muchos años levantar, otra puede tardar tan sólo unos minutos en destruirlo.

Fue el propio Frank, como siempre sin esconderse, el que anunció que le habían retirado la licencia para seguir luchando contra el tráfico ilegal de animales en Tailandia. Es cierto que no es la primera vez que le ocurre pero, cuando se sufre una injusticia de ese tipo, acabas dejando de creer en nada y dudando de casi todo. Es normal. Si hoy te quitan la posibilidad de ayudar a los animales y mañana te la devuelven, ¿por qué no te la van a volver a quitar pasado?

Supongo que en este mundo no es suficiente con jugarse el alma y la vida, y rescatar animales y dejarlos en libertad y denunciar a traficantes y llenarse de barro hasta arriba sólo por ayudarles. No, está claro que no lo es. Y tampoco con que todo lo hagas, entre amenazas y chantajes, a cambio de nada. Frank ha puesto su dinero y ha expuesto lo que más quiere: su familia. ¿Qué más se le puede pedir?

Ahora le queda desorganizar todo el sistema que tenía. Ya no recibirá chivatazos de personas que transportan animales en cajones nauseabundos, ni tampoco sabrá en qué mercados andan vendiéndolos ilegalmente. Todo eso pasará a la historia. Sin embargo, lo que nadie le quitará jamás es la satisfacción de haber salvado a muchos animales y haber conseguido transformar sus jaulas en libertad. Sólo por ello merece nuestra mayor admiración y reconocimiento.

En fin, en cualquier caso, dentro de poco «Yuyee» saldrá de la cárcel y quizás sea un buen momento para plantearse muchas cosas. Cuando una puerta se cierra, otra se abre y, como siempre dice Frank, «esta vida es una mierda maravillosa».