Hay animales cuya vida es tan dura, que lo mejor que les puede pasar es ser abandonados. Porque sólo de esta manera tendrán alguna oportunidad de conocer lo que es el cariño, el respeto y ser bien cuidados. Por eso, cuando veo un caso que sé con certeza que ya está en buenas manos, siempre digo que lo mejor que le ha podido pasar es haber sido abandonado. A partir de ese momento, su mundo cambia radicalmente porque empiezan a ser tratados con dignidad.

Desgraciadamente existe un número demasiado alto de animales que caen en manos de maltratadores. Pasan su vida recibiendo golpes, humillaciones, permanentemente atados, con un cacho de pan duro y un cacharro con agua verde al lado. Animales encerrados en terrazas a la intemperie que llegan a comerse las baldosas del suelo. Otros confinados en jaulas y explotados sin descanso y sin ver la luz del sol. Todos estos animales a los que la vida no les ha sonreído jamás, «gracias» al abandono pueden escapar de las terribles garras de los que sólo saben hacer el mal. De repente, se encuentran solos en la calle, donde sufren hasta la saciedad. Por eso el abandono nunca debe ser una solución. Pero en algunos casos, gracias a eso encuentran a un ángel o a varios que les ayudan y les rescatan.

Pueden dedicar horas, días o meses hasta que consiguen sacarlos de ese infierno. Por primera vez conocen una mano que acaricia y un corazón tan bonito que casi se parece al suyo. Siguen asustados pues es lo normal, no es fácil confiar en quien te ha destrozado la vida. Pero pronto se dan cuenta que existe un mundo donde todo es muy diferente a lo que ellos han vivido. Les dan comida rica, les quieren, les comprenden y les tienden una mano que les lleva hacia la paz, donde sólo los corazones heridos agradecen estar.

Y por muy contradictorio que pueda parecer, en estos casos el abandono les salva la vida. Porque es la única manera que tienen de jugar un número de la lotería que supone la vida para muchos animales.