Yo lo he criado a biberón. Por extraño que parezca, a menudo aquellos que nos dedicamos a la protección de los animales escuchamos a personas que los tienen en malas condiciones argumentar lo anterior como garantía de que ellos jamás los cuidarían mal. Y, sin duda, en muchos casos es así pero, en otros, no. La prueba más evidente es lo que les pasa a todos esos cachorros que llegan a casa siendo pequeñas bolitas de pelo pero que, meses más tarde, acaban siendo abandonados. Es cierto que la ternura del cachorro saca a menudo lo mejor de muchos seres humanos pero, desgraciadamente, pasada la infancia, aparece la cara real de algunas personas y es entonces cuando se producen abandonos y malos tratos.