La medida impulsada por la localidad malagueña de Mijas para este 2020 supone un reconocimiento de los derechos de estos animales y adapta las normativa local a la legislación sobre bienestar animal europea.

Vaya por delante que, en mi opinión, concebir ya en nuestra sociedad a los burros o cualquier otro animal como medio de transporte me parece más un disparate que otra cosa, pero está claro que si van a seguir haciéndolo, mejor que, al menos, posean unas normas que los protejan.

Por eso, la aprobación de esta normativa posee muchas vertientes interesantes. Para empezar, es la primera vez que, oficialmente, se reconoce que estos animales realizan un auténtico trabajo. No es paseo ni entretenimiento. Es trabajo puro y duro.

Por otro lado, esta ordenanza recoge aspectos tan básicos como que no carguen a personas de más de 80 kilos de peso. Evidentemente, eso es esencial. He cuidado de animales que por, cargar mucho peso en su infancia, han quedado con sus columnas deformadas de por vida.

También regula sus horarios de trabajo y la duración de sus paseos. Ni podrán durar los mismos más de 15 minutos ni podrán establecerse fuera de un horario preciso que evite los rigores climatológicos. Durante el invierno se evitarán las horas de más frío y, durante el verano, las de más calor. Se establecen también turnos. Los que trabajen por la mañana no podrán hacerlo por la tarde, y al revés.

Siempre tendrán acceso a agua y sus riendas estarán holgadas, con cuerdas que no les dañen y les permitan mover la cabeza.

Por último, los animales serán siempre adultos y tendrán al menos tres años de edad. Estableciéndose también una edad para su jubilación.

La ordenanza recoge también cómo deben ser sus cuadras, tanto en aspectos lúdicos y de comodidad como sanitarios.

En definitiva, el propósito de esta normativa, en la que han intervenido desde colegios profesionales hasta animalistas, es velar por la protección de los animales pero, también, intentar calmar a muchos turistas que se indignan cuando ven el uso de los mismos. En este último sentido, en algo ayudará pero, no se engañen, por sensibilidad, ética y evolución de la sociedad, este tipo de actividades tiene ya su muerte anunciada. Podrán alargar su agonía pero, más pronto que tarde, desaparecerán. Ya lo verán.