No es extraño ver en nuestras ciudades perros que acompañan a los cuerpos de seguridad y realizan una labor profesional, ya sea en la detección de drogas, de dinero o de explosivos. Muchos ayuntamientos cuentan en su Policía Local una unidad con perros. ¿Alguien se plantea cuál es la realidad de esos perros?

Dedicados a un servicio público, son entrenados desde cachorros en la actividad a la que se dedicarán de adultos. Desarrollan una jornada de trabajo como los humanos y las horas de descanso suelen pasarlas en una jaula.

Cuando dejan el «servicio activo» no cuentan con unas condiciones de vida garantizadas. No se prevé legalmente un retiro digno. Son bienes de la administración.

La vida de un perro de trabajo no es tan ideal como se cree. Series de televisión y películas han idealizado la imagen del perro de trabajo como héroe, lo que nos ha llevado a normalizar su presencia en ciertos ámbitos, sin cuestionar el alcance de su labor ni las condiciones en las que trabajan.

En cuanto a legislación, no conozco ningún municipio que cuente con una regulación expresa de la actividad de los perros de trabajo que les proteja, garantice su salud, establezca controles veterinarios periódicos, limite la edad para trabajar y sus condiciones físicas y psicológicas, establezca requisitos mínimos para los lugares de estancia del animal o garantice una merecida jubilación a estos animales. Resulta llamativo que este ámbito no esté regulado expresamente. Las normas de protección animal precisamente excluyen de su ámbito de aplicación a los perros de trabajo.

Sin entrar a valorar en este artículo la conveniencia o no de exponer a los animales a este tipo de actividades, como mínimo deberían regularse de forma generalizada aspectos como condiciones de salud para el desarrollo de la actividad, reconocimientos veterinarios específicos, condiciones en las que deben vivir, limitaciones para el desarrollo del servicio activo, y, por supuesto, protección de los animales tras el servicio activo, garantizando que reciben todas las atenciones afectivas necesarias durante toda la vida del animal.