30 millones de animales mueren atropellados en nuestro país cada año. La cifra puede parecer exagerada pero no lo es. Son datos reales y oficiales. Es más, puede que el número sea aún mayor y más espeluznante, si cabe, porque muchos animales muertos acaban descomponiéndose en los arcenes de las carreteras sin que nadie jamás los contabilice ni recoja.

¿Y de qué animales se trata? Pues, para empezar, el pódium de este desgraciado ranking lo ocupan todas esas aves que cada año mueren sobre el asfalto. Seguro que las han visto. En total, durante el 2019, 12 millones perdieron sus vidas, muchas de ellas durante su duro periplo migratorio.

Tras las anteriores, en cuanto a número, les siguen los anfibios. Cada año, más de 9 millones, principalmente ranas y sapos, son aplastados literalmente por las ruedas de los coches al intentar cruzar la calzada.

Pero no acaba ahí nuestra triste lista. En número de fallecidos tras los anteriores, les siguen conejos, liebres, ciervos, jabalís y, por supuesto, multitud de perros y gatos que, abandonados por sus dueños o perdidos, intentan volver a sus casas como pueden y, sobre todo, por donde pueden. En total, 5 millones de éstos perdieron sus vidas el año pasado al atravesar alguna carretera. Ni que decir tiene que, precisamente, fueron estos animales los que más y más graves accidentes de tráfico causaron. Según datos de la DGT, más de 10.000 accidentes se produjeron en España al chocar vehículos contra ellos o intentar esquivarlos.

Pero sigamos con la lista. El siguiente puesto lo ocuparían las serpientes. Más de 4 millones acabaron el año pasado aplastadas bajo el caucho de las ruedas.

¿No les parece increíble? ¿No son treinta millones un número infinito de animales?

Sin duda, es necesaria una mayor señalización e, incluso, poner en marcha medidas novedosas que intenten persuadir a los animales para que no se acerquen a las carreteras, aplicando métodos naturales que dirijan a los animales en su camino. Algunas comunidades ya lo están haciendo: colocan brea de color madera para simular un atrayente desparasitante o usan orina de lobo o feromonas para alejarles de la carretera y acercarles a lugares más seguros.

Son métodos naturales que, de una forma ecológica, sirven tanto para controlar los ecosistemas como para, en casos como éstos, salvar muchas vidas.