Una de las colonias que gestiono se encuentra en un jardín de un edificio municipal y es un sitio de paso de muchas personas. Es muy frecuente que tanto personas mayores como familias con niños pasen a saludar y a ver a los gatos que hay allí. Me encanta ver cómo se paran a observarlos y me preguntan por ellos. Pero sobre todo me gusta ver a los niños y niñas tan pequeños, que desde una edad tan temprana aprenden a respetarlos y a conocerlos. A pesar de ser tan pequeños, cuando les explicas las necesidades de los gatos ferales, como por ejemplo la importancia de no asustarlos o el hecho de que la calle es su casa y deben respetar su espacio, su respuesta es siempre asombrosa, porque lo entienden mejor que muchos adultos.

Recuerdo el caso de una niña de unos tres años de edad que entró corriendo por el jardín y gritando. Cuando yo le expliqué que si asustaba a los gatos, podían salirse a la carretera y ser peligroso para ellos, esa misma niña a partir de ese momento pasó a ser la que enseñó a su abuela a no hacer ruido para no molestarlos.

También son amigos de los felinos de mi colonia Lucas y Vera, dos hermanos que todos los días pasan a la salida del colegio a saludar a los gatos y a «su mamá». Son niños que están creciendo de una manera mucho más sana, al entender que a los animales hay que respetarlos y cuidarlos, sobre todo a los que están en la calle porque son los más vulnerables.

Los niños que tienen este tipo de relación con las colonias felinas, el día de mañana crecerán y serán adultos más responsables. También tendrán un desarrollo psicológico mucho más adecuado, al haber instalado desde pequeños en su repertorio emocional cualidades tan importantes y valiosas como la empatía, la solidaridad y el respeto. Dichas habilidades son claves para un funcionamiento social óptimo, que mejorará su capacidad para relacionarse con el resto de seres, tanto humanos como animales.