Las aplicaciones meteorológicas están a la orden del día. Sin embargo, en algunos lugares sólo los animales pueden predecir el tiempo. Los que viven en zonas montañosas lo saben bien. Allí, la observación del cielo y las aves es esencial.

¿Y qué información puede darnos un simple gorrión o una golondrina? Para empezar, debemos fijarnos en su vuelo. Si es alto anuncia buen tiempo. Nada que temer. Pero, si por el contrario vuela bajo, nos espera viento fuerte y tormenta segura. Ahora bien, si encima su vuelo es muy bajo, entonces mejor abrigarse porque el frío que viene será para morirse.

También su posición y postura nos informan. Si vemos aves posadas en los cables de la luz, es que se avecina tormenta. Ahora bien, si pese a que comienza a llover las vemos alimentándose bajo el agua, entonces prepárense porque va a caer agua y de la buena.

Pero no sólo los pájaros son expertos meteorólogos, también ranas y sapos saben lo suyo. Por ejemplo, si croan con fuerza es que habrá lluvia. Sin embargo, si se suben a zonas altas, todos tranquilos, a disfrutar que viene el buen tiempo.

¿Y qué decir de ovejas, cabras, lobos, caballos, camellos y hasta elefantes, tigres o leones? A ninguno les pilla tampoco el tiempo con el paso cambiado. Los lobos ibéricos, sin ir más lejos, pierden el pelo cuando viene el calor y lo lucen largo y frondoso cuando se avecina el frío.

¿Y los peces en el mar? ¿También ellos saben del tiempo? Por supuesto, detectan las lluvias y tormentas y deciden la dirección y velocidad de sus desplazamientos según el tiempo que haga fuera.

Sin embargo, ¿quieren saber qué animal es el mejor meteorólogo del mundo? Las hormigas. No fallan nunca. Cuando vean que su hormiguero está construido hacia dentro, no hay peligro, las lluvias están lejanas. Pero cuando encuentren que la arena comienza a aparecer alrededor del agujerito de entrada y vean montículos entorno a ésta, no lo duden, protéjanse que la lluvia será inminente y abundante.

Lo más triste es que existió un tiempo en el que los hombres también sabíamos hacerlo. Por aquel entonces, quizás éramos sólo primitivos analfabetos que no sabíamos escribir ni leer letras pero, sin embargo, éramos capaces de leer el cielo o el viento, sin necesidad de wifi ni cobertura.