Los ritos satánicos son una realidad silenciada en nuestro país. Cada año miles de animales son sacrificados durante los mismos. Son muchas las protectoras, por ejemplo, que no dan en adopción gatos negros por temor a la suerte que puedan correr. El último caso de este tipo ha ocurrido en Madrid.

Los hechos se produjeron la semana pasada en el conocido barrio de Chamartín. Allí, varios representantes de una religión africana denominada Yoruba, origen de la santería cubana, tienen desde hace tiempo alquilado un bajo por el que pagan 1.100 euros al mes, pero en el que ni siquiera viven.

Los testigos manifestaron que hace unos días vieron cómo llegaban a la vivienda varias personas en vehículos de alta gama. Todos iban vestidos de blanco. De los mismos comenzaron a bajar distintos animales que fueron introduciendo en el interior de la vivienda. Evidentemente, eran animales vivos.

Posteriormente, comenzaron a oír cánticos que se repetían en el tiempo y que tenían como macabro fondo el grito de dolor de todos esos animales.

Atemorizados llamaron a la Policía, que acudió al lugar de los hechos. En el interior encontraron un espectáculo dantesco. Varios gallos acuchillados, un carnero desangrado y muchos otros animales esperando su turno para morir degollados.

Al principio los responsables negaron los hechos y dijeron que todos ellos eran para consumo propio, pero, finalmente, confesaron que, en realidad, el ritual era para alimentar a su ángel protector. En fin, sin comentarios.

Entiendo que, de todas formas, todo esto no sería posible si no fuera tan fácil hacerse con animales vivos en España. De hecho, declararon que los habían comprado en granjas por internet. Ya se sabe: sin control, no hay protección.

El caso es que todos los años en estas fechas se multiplican este tipo de rituales.

Para ellos son días de sangre y fuego, el Gran Sabbat le llaman, el momento en el que los muertos regresan de nuevo a la Tierra. Sin embargo, la realidad que esconden los mismos es más sórdida, si cabe. Por cada uno de éstos sacan más de mil euros a los incautos que les siguen pese a que, para ello, tengan que llevarse por delante la vida de muchos animales. Y no crean que son casos excepcionales. Ni mucho menos. Recuerden que, como dijo alguien, la idiotez es la epidemia más extendida en nuestros días.