Veo conveniente aclarar el concepto de «perrera», porque puede dar lugar a equívocos para la gente que no se dedica a rescatar o que no pertenece al mundo de la protección animal y percibe lo que ocurre desde dentro. Las perreras son centros municipales de protección animal que deben ocuparse de gestionar las situaciones relacionadas con animales abandonados o heridos que se encuentran en las calles de dicho municipio, para ayudarles. No obstante, en muchos casos esto dista mucho de la realidad por diferentes motivos.Si dichos centros de protección animal funcionasen adecuadamente como deberían, no existiríamos todos los particulares y asociaciones que nos dedicamos a rescatar animales de las calles, a curarlos y a gestionar adopciones. Esta actividad es competencia de los ayuntamientos. Sin embargo, no se destinan recursos suficientes para resolver el problema de los animales que hay en situación de abandono o de maltrato a ningún nivel. Tampoco se le da la importancia que realmente tiene a la esterilización, ni a la modificación penal de los delitos relacionados con el maltrato animal. Eso hace que el número de casos aumente en lugar de disminuir, ya que no se está resolviendo el problema al no estar abordándolo de forma correcta. Esta situación convierte a las perreras en lugares llenos de jaulas con animales hacinados, sin poder ser atendidos adecuadamente y, en muchas ocasiones, sin ni siquiera unas condiciones mínimas que garanticen el respeto de sus derechos más básicos, a pesar de las continuas denuncias por parte de los colectivos animalistas.

La necesidad de que dichos centros sean gestionados por colectivos animalistas también es muy importante, ya que ellos están preparados a todos los niveles para gestionar de una forma ética y adecuada a este tipo de recursos. Sin embargo, desgraciadamente parece que lo único que importa a las administraciones públicas en la mayoría de los casos es ahorrar costes económicos para abaratar el servicio. Esto lo hacen porque se aprovechan de que la población vive ajena al infierno que realmente son casi todas las perreras, lo cual les permite que su imagen política en materia de bienestar animal quede encubierta.