El ruido derivado de ladridos de perro puede ser muy molesto. Si además los ladridos proceden de un animal con el que no compartimos nuestra vida ni es parte de nuestra familia, puede llegar a ser más molesto aun.

Me sorprende la numerosa cantidad de procedimientos judiciales existentes en relación con las molestias por ladridos de perros, iniciados por algún vecino harto de que no se ponga fin a la situación ruidosa.

En la jurisdicción civil constan numerosas sentencias en asuntos iniciados en ejercicio de una acción de responsabilidad extracontractual, en reclamación de cantidades indemnizatorias derivadas de las molestias causadas por ladridos, por los trastornos (incluso físicos) que pueden llegar a causar.

También existe un número considerable de resoluciones dictadas en ejercicio de una acción de cesación seguida por comunidades de propietarios, para que la persona que tiene a su cargo el cuidado de un animal «cese» en esa actividad o comportamiento molesto o nocivo para sus vecinos. Ni que decir tiene que también podemos ser sancionados por nuestro ayuntamiento si se comprueba que nuestro perro se pasa el día ladrando, por la razón que sea, y causa molestias a los vecinos.

Y por último, podemos encontrarnos con incluso procesos penales, como el que dio lugar a la sentencia del Juzgado de lo Penal nº 2 de Vitoria, confirmada por la AP de Álava, que condena al acusado como autor de un delito de lesiones psíquicas, por las molestias que causaban los ladridos de su perro, y respecto de las que no hizo nada.

Todos los asuntos que finalizan con una condena, la imposición de una sanción o el pago de una sanción responden a situaciones prolongadas en el tiempo, molestias acreditadas de cierta intensidad (no puntuales) y respecto de las que no se ha puesto solución o no se han tomado medidas.