El calentamiento del planeta está cuestionando gran parte del conocimiento humano. Ya no sabemos si las leyendas son pura imaginación o, simplemente, partes importantes de nuestra historia. El reciente hallazgo de la cabeza de un lobo gigantesco, de nuevo, ha puesto patas arriba a la ciencia.

Déjenme que comparta con ustedes una historia. Cuentan las crónicas que, entre los años 1764 y 1767, la región de Gévaudan, en el sur de Francia, fue asolada por los ataques de un lobo gigantesco.

Los testigos hablaban entonces de un animal enorme, de inmensa colas y afilados colmillos. Según algunos relatos, el mismo llevó a cabo más de dos centenares de ataques y, como resultado de éstos, acabó con la vida de más de cien personas, sobre todo niños, además, por supuesto, de causar numerosos heridos.

Cuentan que, la conmoción que provocaron sus ataques fue en aquella época de tal magnitud, que acabaron bautizándolo como «la Bestia de Gévaudan».

El gobierno francés, por su parte y ante la gravedad de los hechos, actúo con contundencia. Ofreció generosas recompensas al que lo capturara vivo o muerto e, incluso, organizó con el ejército una cacería para abatirlo.

Los periódicos de la época también se hicieron eco de la noticia y, pronto, comenzaron las especulaciones sobre la posible naturaleza satánica de dicho animal.

Finalmente, tras el abatimiento de muchos lobos los ataques cesaron y la historia pasó a convertirse en una increíble leyenda. Al fin y al cabo ¿quién puede imaginar la existencia de lobos gigantescos del tamaño de elefantes? Nadie ¿verdad?

Sin embargo, ahora ya no hay nada que imaginar. Sí, esos grandes lobos existieron.

De todas formas, supongo que es normal que se haya disipado cualquier duda al respecto. Al fin y al cabo, el tamaño descomunal que, por ejemplo, están alcanzando los lobos en «Chernóbil» al no existir presión humana sobre ellos, ya nos lo sugería pero, en cualquier caso, está claro que ese reciente hallazgo en Rusia de una cabeza gigantesca de lobo que vivió en nuestro planeta hace 40.000 años, ha puesto punto y final a cualquier duda.

Ahora nos toca seguir investigando sabiendo, eso sí, que esa capa de hielo que lleva desde el pleistoceno cubriendo la historia de la humanidad, continuará inevitablemente derritiéndose por el calentamiento del planeta y que, al hacerlo, seguirá descubriéndonos restos que, al menos, nos permitirán entender un poco mejor nuestra propia historia.