Como ya he dejado claro en anteriores artículos, para mí son muchas las cualidades positivas que los animales poseen a diferencia de los humanos y que si nos relacionamos con ellos desde la humildad, podremos aprender de ellos. Pero sin duda, la cualidad que más admiro y envidio de ellos es su capacidad para amar sin miedo al amor. Los seres humanos, que tanto presumimos de nuestra condición, vivimos encadenados al miedo al amor. Tememos que nos engañen, que nos utilicen, que nos hagan daño como consecuencia de entregar lo más valioso que un ser puede dar a otro€el amor. Y actuamos en consecuencia a ese temor, protegiéndonos con mil capas y barreras emocionales e impidiendo que los demás se acerquen a nuestro mundo interior.

Sin embargo, eso no les sucede a los animales. Ellos en cuanto comprueban que alguien les trata bien y les proporciona comida y cariño, no necesitan nada más y confían sin verse condicionados por el miedo de lo que pueda pasar. Ellos viven el presente y se quedan con lo que en ese momento les dan. Los animales gestionan la emoción más importante que existe desde la más absoluta libertad y eso, es un privilegio del que ya nos gustaría a los seres humanos poder disfrutar.

Cada vez que veo a un animal entregarse a su familia, sea de la especie que sea, independientemente de sus circunstancias€ cada vez que percibo en su mirada esa aceptación incondicional, siento una inmensa admiración por ellos, porque son capaces de querer sin el más mínimo atisbo de negatividad. Su amor no está contaminado por el miedo, ni por la frustración, ni por la impotencia, ni por la culpa€ No se relacionan con los demás condicionados por ninguna de esas cargas que las personas amontonamos en nuestro corazón y que luego nos impiden amar y ser amados de forma sana. No soportan el peso de las huellas que el pasado va dejando en nosotros y que no somos capaces de borrar como hacen ellos, con la más absoluta naturalidad. Los animales aman sin miedo porque son los únicos que de verdad saben amar.