Hasta ahora se pensaba que el mundo de las emociones y los sentimientos marcaba la diferencia entre personas y animales. Se afirmaba que, mientras las personas reíamos o llorábamos, los animales no eran capaces de hacerlo. Sin embargo, todo era mentira.

Según los últimos estudios, ni la risa nos separa, ni tampoco las lágrimas. Los animales, caminemos a cuatro patas o a dos, volemos o nademos, sentimos cosas muy parecidas cuando la vida nos golpea duramente. Por ejemplo, ante la pérdida de un hijo, los humanos y todos los primates sentimos que nos morimos por dentro, pero no somos los únicos. Delfines y ballenas son otros animales para los que, también, la pérdida de una cría deja un vacío tan inmenso que, durante días, no pueden dejar de llorar y gritar, siendo incapaces de seguir su vida si antes no la entierran y pasan el duelo de su pérdida.

Por tanto, está claro que la tristeza es común en todos los animales, pero vayamos más allá. ¿Qué hacemos los humanos cuando sentimos que alguien está triste? Le consolamos, ¿verdad? Pues eso tampoco nos separa. Verán, humanos, gorilas, macacos y chimpancés nos abrazamos para consolarnos y aliviar nuestras tristezas. Los delfines también lo hacen rozando sus cuerpos mutuamente. ¿Y los perros? Éstos se tumban cercanos mientras el que está bien intenta animar e incitar a jugar al que lo pasa mal. Igual ocurre con los gatos. ¿Se dan cuenta? Todos los animales, de una forma u otra, intentamos ayudarnos cuando las tristezas nos consumen por dentro.

Pero ¿y lo contrario? ¿Qué ocurre, por ejemplo, con la alegría o la risa? ¿Son exclusivamente humanas? Ni mucho menos. Los animales sienten alegría y desarrollan comportamientos similares a la risa. La capacidad para ser feliz es universal. Fíjense, ni siquiera el sentido más avanzado que existe, el de la justicia, nos diferencia. Todos los animales sabemos cuándo algo es justo o no y nos rebelamos ante la injusticia. Lo hace el cachorro que, mientras sus hermanos maman, él no puede hacerlo. O el ratón al que otro roedor arrebata un trozo de queso. La frustración es igual para todos.

De todas formas, supongo que es normal, pues, al fin y al cabo, los humanos somos también animales. Por eso, en realidad, como dijo el filósofo Bentham, lo importante en el caso de los animales no es si pueden hablar, sino si pueden sufrir. Y, como ven, sí pueden y, de hecho, todos los días lo hacen.