Con perdón de los burros, se puede ser más burro pero es difícil. La Unión Europea acaba de retirar los fondos para la protección del lince ibérico. ¿El motivo? Las cuentas presentadas por España para salvarlos no cuadran. Están repletas de errores.

El asunto es una auténtica tragedia. Tras tres primeras fases financiadas por la UE ante el inminente peligro que acecha al lince ibérico, se había conseguido ya que la especie no estuviera en una situación crítica. Sin embargo, eso no significa, ni mucho menos, que no siga estando en peligro. Por eso, resulta tan grave que un proyecto como éste, que lleva realizándose desde el año 2002, puede acabar ahora en la basura.

Hagamos un poco de memoria. Cuando comenzó el mismo se estimaba que quedaban menos de doscientos ejemplares vivos. Desde entonces, la población se ha triplicado gracias a éste. Hoy se habla de casi seiscientos viviendo en libertad.

Pero, claro, no todo está logrado. Hace sólo unos días aparecía atropellado sin vida «Esencia», uno de los linces más longevos de Doñana. Igual suerte corrieron hace unos meses otros asesinados por disparos de furtivos o fallecidos por enfermedad. Es decir, la lucha es constante porque, mientras unos se sueltan, otros se mueren. Con independencia, eso sí, de que, afortunadamente, el saldo sea positivo y la vida de la especie haya comenzado a vencer a la muerte. Pero, no nos engañemos, sin ayudas todo esto se va al carajo.

¿Y por qué retira la subvención la UE? Pues porque, al parecer, el proyecto Life Iberlince de más de 27 millones de euros, liderado por la Conserjería de Agricultura, Pesca y Desarrollo Sostenible de Andalucía y una veintena de entidades más, está plagado de errores financieros y económicos. ¿Cómo es posible? Nadie lo sabe.

De momento, por los pasillos de la Junta de Andalucía han comenzado los: «¡ay, madre mía!», mientras todos han sacado sus calculadoras para ver si, antes de un mes, consiguen que les salgan las cuentas. Si no les salen, los linces estarán jodidos.

Ojalá no acaben éstos pagando la ineptitud de unos cuantos pero, si finalmente lo hacen, espero, sinceramente que todos los responsables de este desaguisado sean apartados de sus puestos, con un virtual pero sonoro puntapié, en ese lugar donde la espalda pierde su digno nombre.