Participar de forma activa en la protección animal supone tener que gestionar situaciones muy complicadas que conllevan emociones a veces intensas y desagradables. Esto requiere un nivel de autocontrol bastante elevado. Te encuentras con situaciones de urgencia que tienes que resolver a la mayor brevedad posible, porque la vida y el sufrimiento de un animal dependen de ello. Manejamos unos niveles de frustración y de estrés tan elevados, que con demasiada frecuencia terminan pasando factura a nuestra mente y a nuestro cuerpo. Por ello, considero importante dar algunas pautas básicas para manejar de una manera más sana a nivel psicológico nuestra actividad dentro de la protección animal.

El control de pensamientos es algo fundamental para conseguir un correcto autocontrol, ya que éstos son los que preceden a nuestras emociones y determinan nuestra conducta. Si conseguimos pensar de una manera más objetiva y adaptada a la realidad, en lugar de hacerlo de forma negativa y tóxica, aparecerán emociones más sanas y positivas. Muchas veces nos dejamos llevar por nuestros miedos y nuestra preocupación, y eso da lugar a pensamientos negativos y catastrofistas. Tendemos a generalizar nuestras experiencias negativas, pensando que va a volver a suceder lo mismo. En definitiva, anticipamos los resultados de forma distorsionada y negativa, lo cual nos hace sentir mal.

Otro aspecto muy importante a tener en cuenta que determinará nuestro nivel de sufrimiento es el control de la atención que prestamos a determinadas cosas. Normalmente el ser humano tiende a seleccionar los aspectos negativos como mecanismo de defensa, lo que le lleva a preocuparse en exceso y a sentirse mal. Pero si hacemos lo contrario, intentando estar atentos a la parte positiva que tiene un caso o situación, tenderemos a sentirnos mejor, mediante el control de nuestra percepción. Es muy importante tomar conciencia de la capacidad y el poder que tenemos sobre cómo nos sentimos, para de esta manera manejarlo y gestionarlo de una forma sana, que nos lleve a disminuir al máximo nuestro sufrimiento y frustración, propios de las situaciones a las que nos enfrentamos, cuando nos dedicamos a la protección animal.