Cada vez que viajo me encuentro situaciones en las que el bienestar animal queda en entredicho. Animales utilizados para «dar un paseo» a los turistas, para hacerse una foto, para acariciar o nadar con ellos. Delfines, burros, camellos, caballos, elefantes, serpientes, cachorros de tigre€ La oferta de estos animales para los turistas existe, porque hay demanda.

¿Alguien se ha preguntado cómo viven estos animales?, ¿Qué pasa cuando los turistas se marchan a sus hoteles? ¿Por qué llevan esas enormes cadenas? ¿Reciben atención veterinaria? La respuesta es sencilla: las condiciones de vida de estos animales son precarias, son utilizados como mercancía, como una forma de hacer dinero. No debemos contribuir a ello.

En España, afortunadamente, la mayoría de estas prácticas están prohibidas, o al menos, en el caso de los paseos en caballo o burro o delfinarios, se encuentran sometidos a ciertos requisitos de bienestar animal y de salud. (Teniendo en cuenta que tampoco somos el paradigma de la protección animal). Fuera de nuestras fronteras esto no es así. No podemos ampararnos en encontrarnos en otro país para ser cómplices de este tipo de prácticas. Insisto: las condiciones mínimas de salud y atención de estos animales no están garantizadas ni controladas. En su mayoría se trata de países donde la protección a los animales brilla por su ausencia, o en los que las leyes en la materia son más laxas, y quizás se limitan al control del tráfico de especies, dejando a un lado los animales que son explotados de esta forma, en lugares donde se reúnen o acuden un gran número de turistas.

Por ello, cada vez que viajamos, debemos recordar no hacer aquello que no hacemos «en casa». La protección y el respeto a los animales debe acompañarnos siempre.