¿Qué diferencia existe entre regalar un animal y entregarlo en adopción? ¿Es significativa dicha diferencia?

Regalar implica manejar una vida sin dotarla de valor alguno, como si de un objeto se tratase, que pasa de unas manos a otras si ningún tipo de responsabilidad. Sin embargo, cuando un animal es dado en adopción, significa que forma parte de un proceso, el cual conlleva un protocolo que intenta garantizar el bienestar del animal en todo momento. Eso supone un coste de tiempo, de esfuerzo y económico, puesto que hacerse cargo de una vida no es ninguna tontería. Adoptar implica asumir la responsabilidad por ambas partes, tanto por la del proteccionista como por la de la persona o familia que se va hacer cargo de él a partir de ese momento. Para ello, se pone en marcha el protocolo de adopción, que es un procedimiento consensuado que permite tener el máximo control posible sobre las diversas circunstancias que podrían afectar negativamente al animal que se da en adopción. Dicho protocolo suele constar de varias partes: un cuestionario donde se hace una criba básica sobre el perfil del adoptante que se considera apto, visitas previas y posteriores para valorar si el entorno es el adecuado y no hay ningún riesgo para la vida del animal y el seguimiento, que consiste en tener un contacto físico y/o telefónico, donde se debe ir informando del proceso de adaptación del animal.

Finalmente el proceso se formaliza a través de un contrato, en el que se establecen unas cláusulas que ambas partes firman y que permite tener una base legal sobre la que poder actuar, en caso de que la parte adoptante sea negligente en el cuidado del animal.

Todo esto no se controla cuando se regala un animal, sin ningún tipo de garantía de lo que harán con él o cómo lo tratarán. Por lo tanto, la diferencia entre adoptar y regalar vidas es muy significativa, ya que la primera implica hacerlo con responsabilidad y la segunda puede suponer que el animal entregado termine viviendo un auténtico infierno por culpa del que no le protegió.