Encasillar a cualquier ser vivo es malo y además se hace en función de estereotipos que son falsos, por lo que lleva a cometer errores que pueden afectar a la vida de los demás, por lo que lo sano es no generalizar. Los prejuicios son tóxicos y siempre tienen consecuencias negativas, tanto para el que los tiene como para el que los recibe. Limita las oportunidades y son una fuente de rechazo y discriminación. En el caso de los animales, también existen estereotipos.

Hay gente, por ejemplo, que piensa que todos los gatos son iguales o que todos los perros tienen el mismo carácter, y eso lleva a que dichos animales paguen las consecuencias de estas creencias irracionales e irreales. Esta forma de pensar puede suponer que estas personas no adopten un gato, al dar por hecho que por ser un felino tendrá un comportamiento marcado y concreto. También puede suceder que adopten a un perro esperando que sea como ellos creen y luego lo abandonen o lo devuelvan, al descubrir que cada animal (al igual que cada humano) es un mundo y un ser individual, con su propia personalidad y características psicológicas. Por ello, lo adecuado y sano es informarse, conocer a cada animal por medio de gente con experiencia, que te pueda asesorar y explicar, para saber realmente lo que estás haciendo y si es lo que tú quieres o puedes abordar. Hay perros con un carácter socialmente considerado de gato, o más bien que no cumple las expectativas erróneas que la gente tiene sobre esta especie, al igual que ocurre con los gatos.

Por eso yo digo que tengo un «gato-perro» y un «perro-gato». Porque Tigre (mi gato) es un animal cariñoso y obediente, y mi perra Nata rehúye del contacto humano y es muy independiente. Por lo que ambos tienen cualidades que, si nos basamos en los estereotipos, se corresponden con la especie a la que no pertenecen. Sin embargo yo, les quiero y acepto tal y como son, respetando al máximo su derecho a la individualidad y procurando no alterar su esencia.