Hace apenas unas semanas nos enterábamos de la actuación de un agente de la guardia urbana de Barcelona que en una intervención mataba de un tiro a la perra Sota, ante la mirada de la persona que había sido hasta entonces su familia.

En contraste con dicha actuación, nos encontramos con la actuación de dos agentes de la Policía Local de Arrecife cuando encuentran a una perra perdida como consecuencia del ruido de la pirotecnia. Ambos agentes entienden que está aterrorizado y utilizan diversas técnicas para ganarse su confianza y ponerlo a salvo.

La diferencia entre una actuación y otra es, además de la empatía y sensibilidad que muestran los agentes de la segunda de las intervenciones, una formación específica en materia de protección animal y, presumiblemente, técnicas concretas para interactuar con animales.

Precisamente, considero que si bien la empatía y la sensibilidad son algo que va en la propia naturaleza de (algunas) personas, la formación específica en materia de protección animal supone hoy en día una exigencia para cualquier persona que, por razón de su profesión, deba o pueda tratar con animales. Por ello, desde aquí quiero subrayar la importancia de una formación adecuada y específica en materia de protección animal para los agentes de cualquier cuerpo policial, formación encaminada no sólo a la persecución de delitos relacionados con los animales, sino también a comprender su comportamiento, facilitarles técnicas de intervención y asistencia a los animales, puesto que, en caso de tener que realizar una intervención en la que existan animales, ello supondrá una garantía para que los mismos les den un trato digno y adecuado.