Regalos en la basura. Llamarse Melchor, Gaspar o Baltasar, al margen de compartir nombre con los reyes magos, es algo normal. Otra cosa es que seas un perro o un gato y te llames así porque llegaste a un hogar, convertido en obsequio, por la magia de éstos. Lo más doloroso en esos casos es comprobar cómo, tras las fiestas navideñas, todos los años son abandonados animales con esos nombres. Regalos que, como juguetes rotos, acaban en la basura buscando algo que comer.