Siempre que pensamos en cazadores furtivos, tendemos a imaginarnos a personas de escaso nivel económico que intentan lucrarse con la misma. Sin embargo, la mayoría son personas pudientes capaces de gastarse una millonada en abatir al ciervo más espectacular, al oso más impresionante o al lobo más agresivo. Ese es el caso de un multimillonario sueco que ha sido sancionado en su país por matar lobos. En España importantes empresarios han sido también multados por disparar, por ejemplo, a águilas o linces ibéricos. Está claro que la delincuencia no distingue entre clases sociales.