Muchas veces he hablado de la durísima situación que viven algunos animales, como consecuencia del maltrato, el abandono, la explotación o la tortura. Sin embargo, para ser justa también veo necesario mencionar la vida que tienen algunos animales muy afortunados. Suele tratarse principalmente de perros y gatos. En concreto, muchas veces miro a mi perra y reconozco que siento envidia. Sí, es verdad, en muchas ocasiones me gustaría ser ella. Vivir una vida sin preocupaciones, limitándote a comer, dormir, pasear y jugar. Teniendo tanto amor a tu alrededor que a veces te sientas hasta "empachada". No tiene que trabajar, no sabe lo que es sentir dolor por ver a los demás sufrir, ni es consciente de la gravedad de la situación social actual y cómo le afecta la crisis de valores morales a muchos de sus hermanos. Todo eso que sufro yo en mi día a día, ella no sabe ni que existe.

Me gustaría ser mi perra porque ella es un ser vivo respetado, incluso admirado. Me encantaría ser ella y saber que tienes a alguien que jamás permitiría que te hiciesen daño y que lo daría todo sólo por verte feliz. Nata, así se llama mi perra, no vive situaciones que le impiden dormir porque no hay nada que le quite el sueño. Tampoco sabe lo que es el miedo a sufrir o el dolor de sentir la soledad no elegida por ejemplo. Ella se limita a dar amor, sin saber que lo que ella va recibir es algo anhelado por muchísimos animales y personas que no tienen la suerte de formar parte de una familia, en la que solo tiene que limitarse a vivir y a ser feliz.

Si así fuese, no me importaría nada material ni superficial, ni tampoco me preocuparía lo que piensan los demás. Me centraría en disfrutar de lo que tengo, sin tener en cuenta nada más que el momento en el que vivo, sin miedo al futuro ni mirar atrás.