La leucemia felina está provocada por un retrovirus que, desgraciadamente, con cierta frecuencia, podemos encontrar en gatos que viven en la calle. El principal problema que ello puede provocar es el alto riesgo de contagio por peleas o, incluso, transmitiéndose de madres a hijos, dado que, la vía principal de contagio es el contacto prolongado con la saliva y las secreciones nasales. De todas formas, aunque se tenga contacto con el virus no siempre se desarrolla la enfermedad; en realidad, depende de factores como el estado físico del animal, la edad, el nivel de exposición, etc. Los síntomas que presentan son la pérdida del apetito acompañada de un adelgazamiento rápido, anemia, aparición de problemas dentales, rinitis, dificultades respiratorias, neumonía, alteraciones neurológicas y oculares, así como tumores en órganos internos. El tratamiento preventivo es la vacunación aunque no protege al 100%. Una vez que lo ha adquirido, se trata como una enfermedad crónica. De hecho, un animal infectado puede no presentar síntoma alguno durante muchos años hasta que, de pronto, da muestras de ella. Las posibilidades de supervivencia va desde los tres meses hasta los cuatro o cinco años, pudiendo, con un tratamiento adecuado, tener una buena calidad de vida durante todo ese proceso. Respecto al contagio a personas, no se ha dado ningún caso, por lo que puedes convivir tranquilamente con él.