Hace miles de años los humanos nos convertimos en pastores. Entonces, aprendimos de las ovejas a dormir bajo las estrellas, a buscar buenos pastos y, sobre todo, a sobrevivir donde solo hay cielo y tierra. Por eso, cuando algunos pastores les agradecen sus enseñanzas con cariñosos cuidados, ellas, además de darles buena lana y mejor leche, les regalan para siempre su amistad.