El trabajo de rescatar animales, y lo que esto conlleva a nivel emocional, puede ser devastador para las personas que lo realizan, así como para la vida de los animales a los que en teoría están ayudando, si no cuentan con las herramientas adecuadas que permitan una correcta gestión de los casos. Como todos sabemos, rescatar animales lo puede hacer cualquiera, ya que no existe ninguna preparación psicológica en este sentido y sin embargo, bajo mi punto de vista, sería muy positivo que se formase a las personas que se dedican a ello. Es decir, que se les dotase de herramientas psicológicas necesarias, tanto para sobrellevar la gravedad de los casos que se manejan, como para hacerlo de una manera sana y responsable. Sin embargo, es frecuente encontrar a personas que se mueven desde la desesperación cuando intentan ayudar a los animales. ¿Qué consecuencias tiene esto tanto para los animales como para ellas mismas? Por un lado, impide que las decisiones que se toman se hagan de una manera coherente, responsable y debidamente meditada, valorando las consecuencias de las mismas. En ocasiones eso supone que un animal que estaba mal termine aún peor. Y por otro lado, provoca estados de sobre implicación que generan un descontrol a la hora de decidir cuándo debemos parar, por ejemplo, porque la situación nos está desbordando y afectando a nivel emocional. Cuando mantenemos de forma prolongada un estado de desesperación y ansiedad, como consecuencia de la traumatización vicaria que se produce en estos casos (vivir situaciones traumáticas a través de los demás de manera continuada), puede dar lugar a la aparición de trastornos psicológicos que incapaciten a esa persona a la hora de llevar a cabo su vida cotidiana con normalidad.

Por ello, es necesario tomar conciencia de nuestras emociones para poder ayudar de manera responsable, sana y sin graves consecuencias tanto para los animales como para nosotros mismos. Y también sería muy positiva la creación de actividades formativas o talleres, donde se dote a los rescatistas de habilidades de afrontamiento sanas y herramientas psicológicas que prevengan dichos estados de saturación emocional.