Recientemente, un grupo de investigadores del CNI francés ha podido analizar los restos de 35 de aquellos soldados y ¿saben qué han descubierto? Pues que, realmente, fueron las pulgas y los piojos los que acabaron con ellos.

Evidentemente, ni aquellos soldados estaban en sus mejores condiciones ni tampoco debió resultarles plato de buen gusto las bajas temperaturas existentes -eso sin contar con la pésima alimentación de las tropas, principalmente, a base de vino y pan; así como las nulas condiciones higiénicas de los soldados, que pasaban años sin lavarse-.

Está claro que, todo unido, fue una auténtica bomba de relojería en sus cuerpos que situó sus defensas bajo mínimos. El resto, pueden imaginárselo. Los parásitos se cebaron con ellos de tal forma que, sin necesidad de un solo disparo, acabaron con sus vidas y derrotaron al popularmente conocido como «Gran ejército».

El caso es que, pese a los años transcurridos, leer estos días los estudios realizados y, sobre todo, ver las fotografías de algunos de aquellos cadáveres congelados rodeados de miles de parásitos muertos pone los pelos de punta.

Sin embargo, en realidad, no debería ser así. Al fin y al cabo, las cifras no mienten. Desde hace siglos, en lo más alto de la lista de los animales que más personas matan en el mundo no se encuentran ni leones ni tigres ni cocodrilos. Ese pódium lo ocupan pequeños animales como los mosquitos, aparentemente insignificantes e inofensivos, que, sin embargo, propagando enfermedades se llevan por delante a más de 725.000 personas cada año.

Por eso, estos días, con la llegada del buen tiempo, comienzan a intensificarse en las clínicas veterinarias las campañas contra parásitos como pulgas y garrapatas que, en realidad, se prolongan durante todo el año por su importancia pero que, en estas fechas, siempre son más demandadas. Por favor, recuerden que desparasitar a nuestros animales no es una opción; es una obligación por nuestra salud y, también, por la de ellos.