Si tuviéramos que buscar el origen de los primeros ecologistas tendríamos que irnos, seguramente, a algunas profesiones relacionadas con los animales. La apicultura es una de ellas. La conservación de las colmenas de abeja -que pueden entrar y salir libremente de las mismas- y, el cuidado y esmero con el que trabajan con ellas, es un ejemplo a seguir. Sin embargo, la progresiva desaparición de este oficio es cada vez más patente lo que, sin duda, causa un daño irreparable al medio ambiente al no facilitar la polinización de las abejas. Quizás por eso y, otros muchos factores, las abejas están prácticamente desapareciendo y, además, las pocas que quedan buscan refugio para construir sus panales en los sitios más extraños -desde sombrillas clavadas en la arena de la playa hasta en ropa tendida sobre cordeles secándose al sol-. Y es que, no necesitan mucho tiempo para llevar a cabo su obra de arte, la reina decide el lugar y su ejército de abejas le sigue ciegamente.