Existen lugares sagrados, lugares con alma, sitios donde el corazón habita en cada rincón y donde las paredes se construyen sólo con amor. En ellos se respeta cada vida y se les da el valor que les corresponde. Son pequeños hogares hechos de compasión, donde cada gesto desprende magia por su intención. Y estos sitios a los que me refiero se llaman santuarios. Son refugios para todo tipo de animales, principalmente «animales de granja», y en los que no importa la especie o la forma que tenga un cuerpo, donde no se le cierra las puertas a nadie por una cuestión de discriminación. Rescatan a los animales más vulnerables, a los más invisibles, que de no ser por ellos habrían sido torturados y asesinados para gusto del consumidor. Animales que no tienen cabida en las protectoras, que ya no sirven o los que la industria cárnica arrebata la vida sin compasión.

De ellos se ocupan personas con un alma más animal que humana, ya que son capaces de dar todo lo que tienen sin esperar recibir nada a cambio. Hay perros, ovejas, vacas, cerdos, burros, toros, gatos y todos los animales que allí tengan cabida y que puedan garantizar su bienestar. Apenas tienen recursos y no reciben ayudas más que de los particulares que son conscientes de su trabajo y de lo que pueden aportar. Es muy importante dar visibilidad a su trabajo y a su impacto a nivel social, ya que mientras la gran mayoría de la sociedad maltrata, tortura y permite la violencia hacia estos animales, ellos hipotecan la vida para devolverles la dignidad.

Te invito a que los visites y juzgues por ti mismo esta importante labor que hacen, para, de esta forma, enamorarte de la vida y poder ayudar desde la igualdad hacia todos los seres vivos, sin juzgar si algunos lo merecen menos por el simple hecho de ser diferentes. Porque forma parte de la evolución humana, tan necesaria en el momento actual, erradicar cualquier forma de violencia hacia cualquier ser vivo, para así poder llegar a una paz completa y real.