Cuando los rescatamos en el Arca, un circo los usaba para hacer fotos. Eran dos cachorros juguetones con las patas atrofiadas y la vista nublada por los flashes. Hoy siguen siendo amigos, pero ya no viven bajo la carpa de ningún hombre. Sólo les cubre el cielo de África y su único juego es la libertad.