La primera portada que hace años anunciaba la llegada de la crisis económica a nuestro país no era la foto de una manifestación de ahorradores en la puerta de un banco, era la de un caballo con las costillas marcadas. La época de vino y rosas había llegado a su fin. El artículo explicaba cómo algunas de las principales yeguadas había comenzado a cerrar sus puertas por no tener, literalmente, «dinero para dar de comer a los animales». Esa moda tan española de ligar poderío económico con caballos «pura sangre» condenó a partir de entonces a morir hambre a muchos de ellos, una muerte atroz que aún continua; sin embargo, la mayoría desconoce cómo se produce. ¿Quieren saberlo?

Durante las primeras horas de hambre el animal se sentirá intranquilo pero pensará que, finalmente, alguien irá a ponerle comida. Relinchará ante cualquier ruido que escuche pidiendo socorro aunque, desgraciadamente, nadie le escuchará. Para entonces, aunque no sepa qué le ocurre, habrá comenzado a sentir la falta de glucosa, mientras su temperatura corporal andará ya en caída libre. Será entonces cuando comiencen las primeras sensaciones de mareo.

Su organismo, a esas alturas, estará desesperadamente buscando azúcar en el interior de su propio cuerpo. No le será fácil pero, finalmente, la encontrará en su propia grasa. Eso le ayudará a aguantar, sí, pero sólo un poco más. 48 horas más tarde su cuerpo ya no tendrá fuerzas. Su masa muscular habrá disminuido y se le comenzarán a notar los huesos. Su reserva de proteínas se habrá ido evaporando hasta la «auto consumición» total.

Débil, sin ganas, solo y abandonado, convertido en un saco de piel y huesos, a esas alturas ya sólo le quedará esperar la muerte. Le llegará días más tarde, seguramente en forma de enfermedad o paro cardiaco. Ese será el final de su hambre y su vida ¿Se dan cuenta? ¿Comprenden ahora mejor el sufrimiento de todos esos caballos?

NOTA: El día 11 de noviembre de 2016, la Conselleria de Medio Ambiente emitía una declaración oficial de interés para que el Arca de Noe se hiciera cargo del rescate de aquellos caballos que necesitaran ayuda por su estado de abandono o maltrato. Tan sólo un mes después, pese a lo anterior, el Ayuntamiento de Alicante decidió que el centro Arca de Noé no era necesario. Al hacerlo, en la práctica, dejó sin protección a aquellos caballos de la Comunidad Valenciana que puedan necesitar ayuda.