Hoy les voy a pedir que le echen un poco de imaginación, seguro que pueden. Verán, sitúense un día cualquiera, en un parque cualquiera, de cualquier ciudad de España. Todo parece normal. La gente pasea tranquilamente, unos niños montan en bici, un hombre camina junto a su perro, una pareja lo hace con su ¿lince africano?

Sí, se trata de un «caracal» de fuertes músculos, puntiagudas orejas, largas uñas y afilados colmillos, al que sus dueños han decidido convertir, por su santa voluntad, en un «lindo gatito» de compañía. El animal vive en un piso, realiza sus excrementos en una enorme caja de arena -acorde a su tamaño y necesidades- y, por supuesto, se afila diariamente sus uñas en un largo tablón de madera -si es que, aún, no se las han mutilado, claro está-.

¿Demasiada imaginación? Al fin y al cabo, ¿quién podría tener a un lince como animal de compañía?

Pues, ya ven, hay gente porque todo lo anterior ha sucedido y, además, muy cerquita de nosotros. La ciudad es València y el parque, nada más y nada menos, que la zona de Jardines de Viveros. ¿Y el animal? ¿Es real? Pues también, 21 kilos de caracal o, como se conoce habitualmente, de lince africano, un animal tan salvaje como espectacular, nacido para vivir en libertad y, desde luego, no encerrado entre cuatro paredes.

Los hechos ocurrieron la semana pasada. La Policía, desde hace tiempo, seguía su pista por la alerta de numerosos testigos, pero nunca conseguía localizarlo. Sin embargo, hace tan sólo unos días acudió al médico una señora que, curiosamente, había sufrido un enorme zarpazo. El aviso de los facultativos, en esta ocasión, fue decisivo.

Ahora ya ha sido decomisado por la Policía -tenía chip y pasaporte pero carece de CITES, documento que acredita su procedencia legal. Sus propietarios se enfrentarán a varias multas pero, con su pago, no repararán el mal que le han causado, ya que, desgraciadamente, éste nunca sabrá si es un gato doméstico o todo un lince caracal.

Lo peor es que aberraciones de este tipo siguen existiendo y, de hecho, si ojean por internet, verán con qué facilidad es posible comprar uno de estos pobres animales. En fin que, como ven, en España aquello de que, «la realidad siempre supera la ficción» no es exageración, es mera descripción.