Siempre he pensado que no fuimos los humanos los que decidimos un buen día convertirlos en animales de compañía, sino que fueron los gatos los que optaron por dejarnos hacerles compañía a ellos. En cualquier caso, lo que está claro, es que eso debió suceder hace miles de años, de hecho, la prueba más evidente es que, en la isla de Chipre, se descubrió la tumba de un hombre que, hace ya 9.500 años, decidió ser sepultado junto a su gato. ¡Imagínense! Pero ¿por qué comenzó, realmente, la relación entre nosotros y estos pequeños felinos?

Parece ser que todo se inició hace, nada más y nada menos, que 11.000 años, cuando en Oriente empezaron a desarrollarse los primeros cultivos. La existencia de estos produjo una gran proliferación de ratas y, claro, la presencia de las mismas hizo que también se multiplicaran los gatos. No debieron tardar mucho aquellos agricultores en darse cuenta que estaban ante sus mejores aliados contra los roedores, por lo que la relación entre ambos se fue estrechando rápidamente.

Desde entonces hasta ahora, los gatos han tenido un importante protagonismo en la historia de la humanidad. Para los egipcios, como es sabido, eran dioses pero es que, incluso, los musulmanes creían que la especie de «M» que dibuja de forma natural el pelo de los gatos sobre su cabeza, es la «M» de Mahoma que les dejó señalados al acariciarlos.

Claro que, la presencia de los mismos, no fue siempre tan apreciada. Los gatos fueron perseguidos y hasta quemados en la hoguera al atribuírseles poderes malignos. Quizás, el ejemplo más claro de todo esto fue lo sucedido en París en la edad media. Entonces, por culpa de un alcalde que los odiaba, se ordenó la matanza de todos los gatos de la ciudad. Nadie pensó que, a partir de ese momento, las ratas camparían a sus anchas, como así sucedió. El resultado ya se sabe: la aparición de la peste negra, la peor epidemia que ha sufrido nunca Europa, 25 millones de personas murieron como consecuencia de ésta.

Ya ven, tuvo que pasar una desgracia de esa magnitud para que, a partir de ese momento, los gatos comenzaran, poco a poco, a ser mejor vistos. En fin.

Y así llegamos hasta la actualidad, en la que existen gatos que viven en la calle y que, por puro miedo o sabiduría -quién sabe- rechazan cualquier contacto con el ser humano y otros que, sin embargo, comparten la vida a nuestro lado, como perfectos compañeros de viaje que son: limpios, aseados y muy, muy cariñosos, cuando quieren.

Por lo tanto, visto lo visto ¿los gatos son, realmente, animales de compañía? Pues depende. Lo son si crecen a nuestro lado, eso está claro pero, eso sí, sin que renuncien jamás a ese punto de libertad que ellos nunca han perdido ni, afortunadamente -es parte de su encanto y de su magia-, perderán jamás.