El tema no es menor ni se trata de un hecho aislado, muy al contrario: el Seprona ha detectado un aumento exponencial en este tipo de prácticas.

El origen, al parecer, estuvo en un primer momento en que muchas personas procedentes de países africanos emigraron a Europa y, acostumbradas a alimentarse con animales salvajes, aprovechaban los desplazamientos de familiares para pedirles que les trajeran carne procedente de éstos. Sin embargo, posteriormente, entre algunos círculos de lo más «exquisito» se acabó poniendo de «moda» el consumo de la misma. A partir de ese momento, se disparó el comercio ilegal, el contrabando y, como siempre ocurre, el pago de verdaderas fortunas por la carne de los mismos -por cierto más cara cuanto más en peligro esté la especie a la que pertenezcan-. Como siempre, el ser humano en su bondad no tiene límites pero, en su maldad, tampoco. «Modas» de este tipo, además de propiciar una terrible muerte a los animales -son sacrificados a golpes para conservar su textura-, sitúan aún más al borde del precipicio a especies que, ya de por sí, se encuentran, prácticamente, desaparecidas.

No es de extrañar, por tanto, el auge de corrientes tan importantes, actualmente, como el veganismo -cada vez con más seguidores que se niegan a comer alimentos que tengan cualquier origen animal-.

Sin embargo, al margen de prácticas tan bárbaras como la que recoge el principio de este artículo y, de una forma general, cada vez más personas se preguntan: ¿se puede ser animalista y comer carne? Yo creo que sí, la verdad, pero sin olvidar algunos aspectos esenciales. El más importante de todos, quizás, es que la ley -vigente en toda Europa- establece que el sacrificio de animales para el consumo humano debe realizarse siempre asegurando, escrupulosamente, que éstos no sufran a la hora de morir. En mi opinión, todo animalistas debe llevar siempre este principio como bandera fundamental.

Por otro lado, es cierto también que somos animales con unas características fisiológicas propias y que en nuestra alimentación se encuentra la carne; eso es indudable, sí, pero también lo es que el desarrollo de nuestra mente nos puede hacer avanzar hacia otro tipo de alimentación, y conseguir los aportes que necesitamos para una vida sana sin necesidad de comer carne.

Evidentemente, el debate está ahí y seguirá durante mucho tiempo pero, en lo que no hay discusión alguna, es en que los animales salvajes deben seguir viviendo en su hábitat y que, en ningún caso, debe comerse su carne porque, con ello, se contribuye, sin duda, a su muerte masiva y a esas maletas del terror, repletas de cuerpos sin vida.