Brook es una gatita que hace semanas quedó atrapada en un puente de la autovía A-31 en Petrer a más de 30 metros de altura. Alguien la vio y no dudó en avisar a la asociación Gatitos en Apuros. Esta asociación se desvivió por conseguir rescatar a Brook, con el riesgo que entrañaba el rescate no sólo para la gatita, sino también para aquella persona que se descolgara desde lo alto del puente. Cómo llegó allí es un misterio. Ahora la pequeña está lista para ser adoptada.

Aquí nos planteamos: ¿existe alguna previsión legal u obligación de rescatar a un animal en una situación de peligro? Por otro lado, ser testigos de una situación de peligro para un animal y no hacer nada, ¿nos hace cómplices?, ¿quién debe rescatar un animal?

Resulta evidente que las normas no pueden prever cada supuesto concreto pero ello no justifica pasar de largo. No existe previsión expresamente recogida en dicho sentido, pero en la medida que contamos con normas que regulan la tenencia y protección de los animales, y reconocen a los animales como «sujetos dignos de protección», o determinan que son los ayuntamientos quienes deben hacerse cargo de los animales abandonados (animales sin identificación o que no van acompañados de propietario), o incluso prevén la colaboración con entidades de protección animal, podemos extrapolar dichas cuestiones u objetivos a los supuestos concretos de peligro para el animal y llegar a la conclusión de que deben ponerse todos los medios en estas situaciones.

La historia de Brook es un ejemplo de que, si se aúnan fuerzas y ganas, todo es posible.