La educación en valores justos e igualitarios, de respeto, tolerancia y buen trato en los niños y niñas, es la llave hacia un mundo sin violencia. Cada vez que en alguna acción relacionada con la lucha por los derechos de los animales veo a niñas/os que participan activamente poniendo su limpio corazón para aportar luz en la oscura vida que soportan algunos animales, de mis ojos brota esperanza.

Porque en ellos reside la verdadera posibilidad de cambio. Un cambio social dirigido a la prevención, ya que la solución está en la educación de los/as menores. Si les inculcamos amor hacia los animales, tolerancia hacia la diferencia y un estilo de vida activo para tener criterio y conciencia, de cara a cambiar lo que no es justo, estaremos resolviendo varios problemas a la vez. En consecuencia, esto permite sanar las heridas que nuestra sociedad presenta actualmente y que tienen graves consecuencias para los mas vulnerables, los que no tienen voz o mejor dicho, que no nos han enseñado escucharla.

Los casos de menores que apedrean a un perro hasta la muerte, por ejemplo, no sólo suponen un gravísimo daño hacia quien ejercen la violencia, sino que a esos «niños» se les está enseñando y permitiendo desarrollar cualidades psicopáticas, o lo que es lo mismo, la capacidad de infligir dolor al considerado más débil, la impunidad legal y la obtención de placer mediante el sufrimiento ajeno. Eso implica que generalizarán progresivamente su comportamiento y su violencia crecerá en escalada hacia cualquier ser al que ellos consideren merecedor de dolor.

Por el contrario, los niños/as educados para desarrollar habilidades sanas tanto para ellos mismos como para los demás, tales como la empatía, la solidaridad, la justicia y el respeto, dedicarán su tiempo y esfuerzo a ayudar a los más desfavorecidos y provocarán cambios sociales positivos para todos/as.

En conclusión, los derechos de los animales se encuentran en las lindas manos de los/as niños/as y es nuestro deber enseñarles a valorar ese don.