Imagina que cuando naces tu cuerpo tiene forma de felino, y que lo primero que recuerdas es una sensación de frío punzante que se clava en tu pequeño cuerpo, como si fuera un cristal. Sientes a tu madre asustada y nerviosa. Sólo ves un agujero oscuro y sucio que compartes con tus hermanos y otros seres como tú. Tú eres solo un bebé, pero ya te haces a la idea de lo que te ha tocado vivir. Vas creciendo y vives en un continuo ambiente hostil, donde hay otros seres con otra forma diferente a la tuya. Percibes su desprecio, te asustan e incluso te intentan herir, no sabes por qué pero no te quieren. Sólo un ser en todo el mundo se preocupa por ti. Tiene la misma forma que los que quieren hacerte daño, pero todos los días acude a ponerte comida y agua. Emite unos sonidos que se perciben cálidos y poco a poco tu corazoncito va abriéndose ante su presencia. Ves que el resto de seres como ella la persiguen, insultan y también la quieren dañar. Tú te preguntas qué tiene la forma de tu cuerpo, para que todo el mundo la rechace y a los que te quieren también.

De repente un día te llevan a un sitio muy raro del que no puedes escapar, pero hay comida muy rica y hace calor. Ves a esos seres peligrosos que se acercan a ti y notas que algo ha cambiado, parece que no quieren hacerte daño. Poco a poco tu mundo cambia, y la sensación de miedo y de soledad se va transformando en confianza, y cariño. Y aunque sigues sin entender nada, te acostumbras muy rápido a esa situación. Sin embargo, no te olvidarás nunca de los que se quedaron en la calle y, por supuesto, de ese ángel que fue el único capaz de ver en tus ojos que lo único que mereces y necesitas es amor.

Dedicado a todos los gatos callejeros y a su dura vida, a las personas que adoptan y a su gran corazón, y en especial, a las/os alimentadoras/es de colonias que dan su vida por los que más ayuda necesitan y encima son tratados/as como si estuvieran haciendo algo mal.