Es la hora de sentir lo que siente el otro, los animales nos necesitan. El pasado 10 de diciembre fue el día Internacional por los Derechos de los Animales. Actualmente los animales apenas tienen derechos, entre otros motivos porque los consideramos nuestra propiedad. En todo movimiento relacionado con los derechos de seres vivos discriminados por su raza, sexo o especie, hay dos pilares fundamentales: la Empatía y la Dignidad. Pero en el movimiento por los derechos de los animales dicha empatía va mucho más allá.

En otras revoluciones, son los propios sujetos víctimas de la discriminación los que se han unido, movido y revelado ante la desigualdad. Sin embargo, en el caso de los animales esto no es posible, lo que aumenta aún más su vulnerabilidad y desprotección. Este movimiento tiene características específicas y especiales porque nace de la compasión. En él no hace falta ser víctima para revelarse ante la injusticia, la violencia y la crueldad. Por ello, me refiero a él como la Revolución de la Empatía, porque es la revolución de unos seres que luchan por los que no pueden hacerlo, que gritan por los que no tienen voz y que dan luz a los que son invisibles para la mayoría de la sociedad.

Por primera vez los humanos no tienen la vista puesta en sí mismos, es una lucha volcada en «el otro» y que, aunque no nos afecte directamente, nos duele porque somos capaces de ponernos en su lugar, decidimos anteponer el bienestar de otros a nuestros intereses. Lo más bonito y significativo de esta revolución es que no es sólo una muestra de amor y respeto hacia todos los que compartimos este regalo llamado Vida, sino que también supone la evolución y desarrollo de capacidades tan poco presentes como necesarias, tales como la empatía y solidaridad. Ambas son medicinas que curan lo que más enferma hoy en día nuestra sociedad, el individualismo y la poca conciencia de lo que nuestros actos generan en los demás.

Mira a través de sus ojos y a través de tu boca saldrá su voz.