«En enero, ya había gente bañándose en la cala. A estas alturas, estarían bajando constantemente turistas. Pero desde hace más de un mes, con el confinamiento, aquí no hemos visto ni un alma. La sensación de soledad es total». Juan es uno de los dos vecinos que vive todo el año en la avenida del Tío Català de Xàbia. Sí, lo de «avenida» es un punto hiperbólico. Así se llama a la callecita de acceso a la cala de la Granadella. A un lado queda el barranco y al otro una hilera de antiguas casas de pescadores. En las inmediaciones de esta apartada cala de Xàbia, una de las más bellas del litoral valenciano, viven unas pocas familias más. «En invierno, quedamos aquí unas ocho o nueve familias. No más. Ahora que no se puede bajar a la cala lo extraño, lo que angustia más, es que en todos estos días no vemos a nadie. Esto está tan desierto que hasta mi perro va de aquí para allá desconcertado», sostiene este vecino.

Desde luego, si se hiciera una encuesta sobre un lugar medianamente ideal para aislarse, la paradisiaca cala de la Granadella obtendría votos a porrillo. Basta abrir la ventana o la puerta de la calle para que la luz y el olor a mar entren en casa. «Pero tampoco creas que estos días están siendo de buen tiempo. Todo lo contrario. Hoy (por ayer) ha salido el sol, pero ha llovido y el mar ha estado muy movido. Y eso, unido a que esto está desierto, a que no baja nadie, todavía desazona más».

Estos vecinos, al igual que los que residen en las numerosas urbanizaciones de Xàbia y la Marina Alta, tienen que coger el coche a la fuerza. El supermercado más próximo pilla a unos cinco kilómetros. «Sí, es lo único que nos movemos de aquí. Solo salimos de la cala para ir a comprar», precisa Juan.

Esta turística cala se parece mucho estos días a las aldeas de las montañas. Se echa en falta a los repartidores que acuden prácticamente todos los días a los bares (los únicos negocios, ahora cerrados claro está, de la avenida del Tío Català). Los vecinos solo han visto estos días a los agentes de la Policía Local y de la Guardia Civil que sí se dejan caer de vez en cuando.

Esta playa, exponente en los últimos años de la lucha contra la masificación turística, vive ahora extraños días de silencio y vacío.