Es un exponente más de la ingente capacidad que España ha desplegado en los últimos tiempos: la exportación gratuita de talento. El de Tamara Giner Álvarez se llevó a cabo en 2013, cuando la crisis y los recortes de los servicios públicos la desplazaron de su Calp natal a la ciudad alemana de Duisburg. De las orillas del Penyal d'Ifac y el Mediterráneo a las del Rihn y el Ruhr.

En España atesoraba un flamante título en Enfermería y un amplio bagaje de bolsas de trabajo cerradas, de oposiciones sin convocar y de silencios de clínicas privadas. Pero, dado que la cualificación de la Enfermería española y portuguesa es muy valorada en Europa, un día llegó su «vente p'Alemania, Tamara»: una oferta de trabajo en un hospital de Duisburg. Y allá que se plantó en esta urbe de 500.000 habitantes, con 26 añitos y ni idea de alemán. «La oferta incluía alojamiento, enseñanza del idioma... Ni me lo pensé -afirma-. No tenía nada que perder». Porque España no le ofrecía nada.

Empezó con atenciones domiciliarias y tras una etapa hospitalaria, en 2016 accedió a la UCI del centro «que es público-privado y que, por su nivel técnico, fue seleccionado entre los cinco mejores del mundo en 2018».

Sin embargo, ni lo que en sus ilusionados inicios ni en su intensa experiencia en la UCI pudo imaginar nunca fue enfrentarse a una emergencia sanitaria como una pandemia de coronavirus, la misma que ya ha comenzado a combatir.

Pero a falta de imaginación, buena es la planificación. Y en ella siempre han despuntado los germanos. Así lo relata Giner: «El primer positivo en este estado [Renania-Westfalia] se dio el 24 de febrero. El enfermo había estado en el multitudinario Carnaval de Colonia. Se testó a las personas con quienes había contactado, se confinó a 60 que dieron positivo y se cerró el centro escolar donde trabajaba su pareja».

«Ya sabíamos desde ese día, sanitarios y Gobierno, que esto iba a explotar -prosigue Tamara-. Desde el día 29, cuando se multiplicaron los casos, todos empezamos a prepararnos, recibiendo cursos de formación, atendiendo las informaciones del Instituto de Infectología, de la OMS, introduciendo protocolos, acumulando material, tests, haciendo sitio en los hospitales...».

«Si aquí hubiese explotado como en España, sólo teníamos material para cinco días. Aquí nos ha ayudado mucho la previsión», sentencia.

La ciudadanía, entretanto, asumió a rajatabla las directrices: «Aquí el confinamiento no es obligatorio, sino recomendado. Lo que es obligado es el distanciamiento social a dos metros, y únicamente pueden ir juntos quienes conviven». Así, según Giner, «el ambiente en general es de tranquilidad, aunque hay gente mayor que ha entrado en pánico por lo que dice la tele. También hubo casos de compras compulsivas, antes que en Italia, en cuanto se dieron los primeros casos».

La concienciación también ha sido aplicada en el terreno laboral: «Desde el principio los empleadores se lo tomaron en serio, fomentando el teletrabajo. O bien animando al operario a solicitar la baja, si no se encontraba bien», prosigue la enfermera de Calp.

Está al tanto de lo que ocurre en España pero, dado que entre las medidas profilácticas, Tamara Giner incluye también la informativa, prefiere prescindir de la televisión: «Determinados programas no me aportan nada, sólo me informo por fuentes oficiales y leo por encima algunos periódicos digitales».

Buena parte de la serenidad entre la población alemana que describe quizá obedezca a la incidencia de la enfermedad: el registro de decesos superó la pasada semana los mil. No obstante, el Gobierno admitió posibles errores en el cómputo, que sería más alto. Al respecto, la calpina explica que recientemente han introducido los análisis post mortem.

Por lo que respecta a Renania-Westfalia, a inicios de esta semana las muertes eran 363 y los infectados confirmados casi 22.000, según la propia enfermera. Y en la UCI del hospital donde empezó -y que ahora atiende algún fin de semana- son solamente dos los pacientes ingresados por coronavirus.

No obstante, las previsiones apuntan a unas cifras mucho más altas. Así las cosas, en la UCI de un segundo hospital de la cadena donde habitualmente se desempeña Giner, «se han habilitado 38 plazas con respiradores. Y una planta entera, sin ellos. Si no son para pacientes alemanes, serán para extranjeros, como es el caso de otros hospitales, que ya están recibiendo franceses». «La verdad es que psicológicamente vamos un poco cargados ante lo que vemos -admite Tamara- porque también han salido casos en una residencia».

Sea como fuere, la calpina no está dando la cara ante el coronavirus solo en el trabajo. También en la publicidad. Una campaña de concienciación puesta en marcha por el Ayuntamiento de Duisburg cuenta con ella entre sus protagonistas. Su entrega en el trabajo -del que da buena prueba el hecho de que esté en primera línea contra la pandemia cuando hace cuatro meses estaba siendo operada a corazón abierto- le hizo merecedora de este papel.

Entretanto, se sigue lamentando por haber tenido que emigrar. «Me dolió irme. Yo me hubiese quedado allí. Pero ahora no tendría la especialidad en UCI, ni un contrato blindado de por vida, ni las especialidades de anestesia y medicina intensiva que voy a empezar...».

La pandemia, además, le ha hecho asumir mejor la realidad. «Comparo nuestras condiciones aquí y las de mis compañeros allí y...» reflexiona. «No, en España no ha habido cambios en el sistema sanitario ni en la política como para volver»,. añade.

Mientras, seguirá añorando a familia, amigos, a Calp y al Penyal d'Ifac. «Buffff... Muchísimo».