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Cuando ellas tienen el poder

Alcaldesas de municipios pequeños destacan la necesidad de seguir incidiendo en la igualdad pese a los avances que se han alcanzado

Cuando ellas tienen el poder

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Cuando ellas tienen el poder Antonio Teruel

La política local es uno de tantos campos donde la igualdad se ha ido abriendo paso en las últimas décadas, pero donde los datos y la experiencia de sus protagonistas ponen de manifiesto que aún queda camino por recorrer. Buena parte de los municipios de la provincia han estado gobernados en algún momento por una mujer desde las primeras elecciones locales en democracia de 1979, pero la presencia de alcaldesas ha sido siempre minoritaria, pese a que se ha asumido como algo plenamente normal que una mujer esté al frente de un consistorio. En ocasiones, además, han tenido que enfrentarse a prejuicios que cuestionaban su capacidad para gestionar un municipio.

La evolución de la sociedad, los avances en materia de igualdad y la gestión de esas munícipes han ido desterrando esos recelos, que en los municipios más pequeños han podido tener más peso y que en algún caso aún se dan entre personas mayores. En la actualidad, solo 27 de los 141 ayuntamientos de la provincia cuentan con una mujer al frente. Aunque entre ellos hay algunos bastante poblados como Petrer y Santa Pola, la mitad de las alcaldesas corresponden a localidades de menos de 5.000 habitantes.

Varias primeras ediles de diferentes municipios de no mucha población y de siglas políticas distintas cuentan que aún han sentido ese prejuicio, ni que fuera en forma de broma o chascarrillo de «nos va a gobernar una mujer». Otras no han tenido esa sensación, pero en lo que coinciden todas es la necesidad de incidir en las políticas de igualdad para dar más visibilidad a sus convecinas, algo especialmente importante en el medio rural. Y también destacan que, como en tantas otras situaciones, en la política local es por lo general más difícil a día de hoy para una mujer conciliar esta labor con la vida personal, así como con la actividad profesional, teniendo en cuenta que esta dedicación municipal no suele estar remunerada.

Con 216 vecinos, la Vall d'Ebo, en la Marina Alta, es en estos momentos el municipio de la provincia con menos habitantes gobernado por una mujer. La alcaldesa, Nory Jiménez, corrobora que «es más complicado alcanzar la igualdad en entornos rurales», ya que tradicionalmente la mujer tenía una sobrecarga de trabajo pero quedaba relegada a un papel social secundario: «Se trabajaba en el campo lo mismo que los hombres, pero antes de salir había que dejarse la casa arreglada, y al volver había que hacer todas las tareas mientras ellos se iban al bar». Cuenta que esto la animó a crear en 1996 una asociación local de mujeres, que a la postre sería lo que la llevaría a entrar en política. En principio no tenía aspiración de ser alcaldesa, pero el fallecimiento en 2017 de su predecesor, Rafael Llodrà, la llevó a ser la primera regidora del municipio. Dos años después, ya sí como candidata, arrasó en los comicios, hasta el punto de que no hay oposición. «Creo que la gente ha visto que me preocupaba por los mayores», una de las grandes necesidades para una localidad donde la población se encuentra muy envejecida.

Dar alternativas culturales a las personas mayores es una inquietud que comparte la alcaldesa de Sagra, Maite Perelló, también la primera alcaldesa que tiene este municipio de la Marina Alta de 408 vecinos. Explica que «como mujer, es inevitable hacer acciones especiales para ellas, intentas que tengan más participación» en la vida pública. En su opinión, es muy destacable el «progreso» social de que «hace unos años no se pensaba que una mujer pudiera estar al frente de un ayuntamiento, que fuera candidata y la gente la apoyara». No obstante, desliga su victoria electoral de la mera razón de género, sino que considera que «la mayoría del pueblo quiso un cambio».

Una sensación similar tiene Lucía Capablanca, primera edil de Alcosser de Planes, que desde 2019 cuenta con un equipo de gobierno formado por cuatro mujeres jóvenes. «Notábamos que mucha gente del pueblo no estaba contenta, y nos lanzamos a presentar una lista», explica. En su caso, cree que los prejuicios o comentarios han venido más por la edad, «como si ser joven fuera un impedimento». Esas dudas, a su juicio, se han disipado un poco en estos primeros meses de gobierno, en los que han implantado un sistema de asambleas en las que se abordan los temas que después se llevarán a los plenos. En cualquier caso, hace hincapié en la necesidad de fomentar la igualdad: «Nunca he sentido machismo en el pueblo, pero sí a nivel profesional» como ingeniera textil y profesora.

Al igual que su homóloga de Alcosser, la alcaldesa de Sella, Mila Llinares, es la mayor del equipo de gobierno. «Es muy enriquecedor tener edades diferentes, y nos hace más fácil llegar a acuerdos sobre lo que creemos que será mejor para el pueblo». No es la primera mujer que gobierna este municipio de la Marina Baixa de 580 habitantes, y nunca ha percibido comentarios machistas, pero recalca que «hay que estar ahí y dar visibilidad a las mujeres, porque somos la mitad de la población». Y además, hace énfasis en otra cuestión a la que también aluden las demás: «Hay que vivir en el pueblo porque el cargo implica estar al tanto de los problemas de la gente y resolverlos, aunque te trastoque la vida personal».

Cuestión de educación

«Es verdad que estás 24 horas», asegura también Teresa Martínez, alcaldesa de Daya Nueva desde 2011, «pero la parte bonita es el trato directo y cercano con la gente». No se ha sentido en ningún momento discriminada, cuenta, «al contrario», aunque considera que la clave está en «educar en igualdad». Un factor, en su opinión, decisivo para luchar contra situaciones como la violencia machista, donde «algo se nos escapa» a nivel global de la sociedad. También cree que la educación podría cambiar otros aspectos como la conciliación entre la vida profesional y personal, sobre todo cuando hay alguna carga familiar. En su caso, explica, «lo intento encajar», aunque lo sobrelleva bien. «Las mujeres estamos acostumbradas a hacer muchas cosas en poco tiempo», bromea.

Más tiempo, desde 2007, lleva en el cargo Mari Carmen Jover, primera edil de Algueña, que también es en la actualidad diputada provincial de Igualdad, y comparte esa visión de que «la educación es lo más importante». No duda en calificar de «grandísimo orgullo» el ser la primera alcaldesa del municipio, aunque supone «más trabajo, porque al llegar a casa sigo teniendo responsabilidades». Eso sí, recalca que «tengo que dar las gracias a la familia, que siempre me ha apoyado; si no, sería más difícil». Al principio, cuenta, «me llegó el comentario de que algunas personas mayores se asombraban de que fuera a haber alcaldesa»; sin embargo, «ahora dicen que cómo se nota que es una mujer quien gobierna».

Rompiendo los clichés de la mujer en el medio rural

Fageca tuvo una corporación íntegramente femenina en la década de 1990 que sirvió de referente en otras poblaciones

La incorporación de la mujer en las zonas rurales de la provincia tuvo un gran impulso en la década de 1990 gracias al referente de Fageca. Esta localidad de El Comtat de apenas 100 vecinos tuvo entre 1991 y 1999 un equipo de gobierno íntegramente femenino, los cuatro primeros años sin oposición. La que fuera alcaldesa, Raquel Seguí, explica que «no buscábamos el ser solo mujeres, sino gente interesada por el progreso del pueblo», y destaca la labor que se hizo para que Fageca «fuera un municipio vivo y participativo». Supusieron toda una novedad en ese momento, junto con el pueblo burgalés de Villasandino, también gobernado en ese entonces solo por mujeres, con las cuales llegaron a compartir unas jornadas, e indirectamente animaron a muchas a seguir los mismos pasos. Seguí guarda un buen recuerdo de aquellos años, en los que «hice lo que creo que se podía hacer», pese a «lo que cuesta estar en un ayuntamiento pequeño» por el sacrificio personal que exige.

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